miércoles, marzo 26, 2008

FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO. Mis clasicos de ciencia ficción II


FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO

Mary W. Shelley

El libro que traemos hoy a esta sección es conocido por todos. Al menos el nombre. Frankenstein es casi imposible que sea desconocido, puesto que se ha convertido en un icono moderno del género fantástico al mismo nivel de comprensión que Drácula, el hombre lobo o la momia.

La historia de Frankenstein es la historia del científico cuyo descubrimiento le llevará a la perdición. En este sentido, el subtítulo dado por la autora a la obra se muestra perfectamente justificado ya que, cómo émulo del titán griego, el Dr. Frankenstein se interna en terrenos que sólo están “permitidos” a los dioses. Prometeo robó el fuego para dárselo a los humanos, su moderna versión “roba” la creación de vida. Por ambos son castigados por su osadía y atrevimiento. En el caso de Frankenstein es la propia creación la que se encargará de ser juez y verdugo de su “dios” creador.

La historia de la génesis de la novela es también muy conocida. En el verano de 1816, Percy Shelley, Mary W. Shelley y su hermanastra Claire visitan Suiza y se convierten en vecinos de Lord Byron, a los que se une el Dr. Polidori. La lluvia incesante hace que se refugien en sus casas y como cuenta Mary en el prologo a una edición del Frankenstein de 1831: “Unos volúmenes de historias de fantasmas, traducidos del alemán al francés, cayeron en nuestras manos. (...) No he vuelto a leer aquellas historias desde entonces, pero permanecen frescas en mi mente, como si las hubiese leído ayer. ‘Cada uno de nosotros escribirá una historia de fantasmas’, dijo Lord Byron, y su propuesta fue aceptada.”

De las cuatro historias, que se supone que empezaron, sólo se terminaron dos, la que traemos a estas líneas y Los Vampiros de John Polidori. Las demás, que le hubieran correspondido a Shelley y a Byron, debieron quedarse en el limbo. Esta reunión está recreada con gran imaginación en la película Remando al viento, dirigida por Gonzalo Suárez, que, con algunas libertades obvias, refleja lo que pudo haber sido esta reunión.



La idea de un ser originado con retazos de cadáveres es consecuencia, al parecer, de unas pesadillas que la escritora trasformó inmediatamente en palabras, usando ideas de otros y parajes y sucesos de sus viajes anteriores.

Frankenstein trasciende al común de la literatura cuando, pasados dos siglos, se convierte en un rasgo dominante como personaje popular. El público, en general, al hablar de Frankenstein asocia inmediatamente el nombre con un supuesto terrorífico monstruo. La interesante aportación del actor Boris Karlofff, tanto en maquillaje como en caracterización del personaje, incrusta la imagen del “monstruo” en el inconsciente colectivo. Esto resulñta curioso porque en ningún momento de la obra literaria a la creación se le llama el monstruo de Frankenstein, sin embargo esta frase ha calado profundamente y la identificación del nombre es instantánea con la criatura, en detrimento de su creador.

La novela es tenida por muchos, entre los que me incluyo, como iniciadora del género de la ciencia ficción en la literatura. Comparto la idea de Brian Aldiss, respaldada también por Román Gubern, de que la ciencia ficción, tal y como ahora la conocemos, surge en este texto. Los motivos para aseverar esto son variados, pero podríamos comenzar con la idea de que Victor Frankenstein crea un androide con la ayuda exclusiva de la ciencia. Anteriormente existían relatos en los que aparecían seres artificiales como protagonistas. El golem o los homúnculos, eran criaturas no naturales creados por medios generalmente mágicos y que solo eran, en definitiva, versiones del mito de la creación, aunque esta vez ejecutado por seres humanos. Mary W. Shelley recrea una vez mas el mito, pero esta vez, y es la primera, la creación de vida artificial se debe fundamentalmente a los avances científicos. Victor Frankenstein es un científico moderno que basa sus descubrimientos en el conocimiento de la ciencia de su siglo, con algunos añadidos fantásticos como es natural. La ciencia biomédica y las máquinas, como detonantes, darán vida a la criatura. Se da, por tanto, un salto cualitativo en relación a la explicación de un suceso fantástico, abandonando la magia, no explicable racionalmente y que se debe exclusivamente a la fe (creer en ella o no creer), y se incorpora al mito la ciencia. Es evidente que este cambio de perspectiva se debe al enorme avance de conocimientos sobre las disciplinas científicas a finales del Siglo XVII y principios del XIX, época en la que vivió la autora, y que ella conocía perfectamente. El empirismo está vigente y Shelley lo aprovecha en su beneficio.

La evolución del pensamiento filosófico y la entrada en la era del maquinismo, a través de la revolución industrial, hacen que los escritores que desean fabular abandonen las explicaciones mágicas, decantándose por las científicas o pseudo científicas, aunque éstas sean irreales en sí mismas. Se cambia al Dios creador omnipotente, por el dios ciencia, asimismo todopoderoso. Los relatos tienen la misma base, una base doblemente fantástica, pero el contexto en el que se mueven los protagonistas y las situaciones creadas, pertenecen ya al mundo tangible y, relativamente, explicable.

Frankenstein contiene uno de los arquetipos que la ciencia ficción usará profusamente en etapas posteriores: el robot, androide o cyborg. La criatura es realmente una creación artificial, construida basándose en retazos de cadáveres, con ayuda de la ciencia médica y la biológica y activado mediante la ciencia física. La criatura, a la que ni siquiera se le proporciona un nombre, es un androide como lo es Roy Batty y sus compañeros. Pero la criatura de Frankenstein es el primero, y de él surgirán todos los demás.

Formalmente la novela se encuadra perfectamente dentro del romanticismo y de la denominada novela gótica. El uso de la correspondencia epistolar como vehículo narrativo es una de sus características. En esta novela es usada profusamente ya que la historia se nos cuenta mediante las cartas que el capitán del barco polar escribe a su hermana. En ella se narra la historia del Doctor narrada en primera persona. A esta característica se suma las relaciones amor - desamor tan abundantes en la literatura de la época. Estas relaciones convierten a Frankenstein en un ser desgraciado que va perdiendo todo lo que ama. La muerte de su hermano, su íntimo amigo y posteriormente la de su mujer, son la purga o castigo a su horrible pecado al crear la vida. El amor desesperado mueve también a la criatura que desespera por ser aceptada en la sociedad. Se da la paradoja de que pese a ser superior a los humanos normales, en fortaleza y estatura, es rechazada precisamente por ser diferente. Esta criatura, que realmente es la superación del humano –el super humano- se ve marginada por ser única. La envidia y el temor se ceban en el populacho que no lo contempla como un ser superior sino como un demonio que ha de ser aniquilado. Pero esa misma sensación la protagoniza su propio creador que tiene miedo de su creación. Es lo que posteriormente conoceremos como complejo de Frankenstein. (Es una expresión que se atribuye a Isaac Asimov y en la que se describe el miedo a la rebelión de los robots y por extensión a las máquinas contra el hombre)

Pese a que el relato ancla sus presupuestos en la ciencia, Darwin y sus descubrimientos son nombrados mas de una vez, subyace en todo el texto un sentimiento cuasi-religioso que conlleva al ya nombrado castigo. Es el pecado original una vez mas. El pecado del conocimiento que a su autora le parece mal, o al menos se ve inclinada a juzgar mas que duramente al pecador. El “dios” de la ciencia no es mas poderoso que el Dios cristiano, ya que al final el destino se impone a los conocimientos meramente científicos. Esta admonición al lector parece entrañar una advertencia nada solapada y sí específica: cuidado con el conocimiento que puede volverse contra nosotros.

Frankenstein ha sido llevado en innumerable ocasiones al cine, siendo las mas conocidas las adaptaciones de James Whale que en 1931 creó El doctor Frankenstein con Boris Karloff como el famoso monstruo, a la que seguirían La novia de Frankenstein o El hijo de Frankenstein, que ya no dirigiera Whale. Recientemente Kenneth Brannagh (1994) dirigiría Frankenstein de Mary Shelley, que es una de las más fieles a la obra literaria.

©Alfonso Merelo 2006-2008

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