domingo, mayo 03, 2015

LAS ASTILLAS DE YAVÉ. RODOLFO MARTÍNEZ





El sello Fantacsy ha publicado hace un mes aproximadamente a otro autor español más. Es Rodolfo Martínez, uno de nuestros escritores actuales más clásicos y prolíficos del género, que ofrece ahora la novela Las astillas de Yavé. Con esta novela Martínez vuelve a retomar un escenario en el que ya había situado algunas de sus historias previas. En La Ciudad, un lugar inexistente pero que bien pudiera ser Gijón, las cosas no son como en otros lugares. Esta llena de misterio, de claroscuros, de personajes singulares que se mezclan con otros más comunes.   
La detective privada Viola Mercante, “V”, es la protagonista de la acción. Se trata de una ex policía que cumple con varios estereotipos procedentes del cine de acción: seductora, combativa, experta en artes marciales, deslenguada y, para remate, bisexual lo que da una imagen mas que atractiva al personaje. Es contratada por un sacerdote, el padre Ardente, que es un jesuita muy atractivo, contrata a V para que averigüe lo que pueda sobre la Iglesia del Dios Primigenio, que está aumentando exponencialmente su número de fieles en detrimento de su parroquia. Esta secta es prácticamente desconocido y coincide que desde su llegada al barrio los crímenes han casi desaparecido.  Los contactos de V le confirman que le barrio parece estar cambiando. Los habitantes están abúlicos y sumisos y todo parece conectado con las muñecas amuleto que venden artesanos andinos.  Todo esto va envolviendo lentamente a la detective en una tela de araña cada mas más tupida que le llevará a comprobar que ciertas cosas insólitas son ciertas.
Los secretos de La Ciudad se van a desvelar a medias, como ya hicieran en obras anteriores como El abismo te devuelve la mirada (rebautizada como El abismo en el espejo), Los sicarios del Cielo o Fieramente humano. En esta ocasión las referencias a los mitos ancestrales provenientes de Lovecrafft son claras. El mismo nombre de la secta da una pista a los lectores de lo que se puede encontrar en la narración.
Este acercamiento al terror cósmico no impide que la novela sea una novela de género negro, un trhiller  con muchas connotaciones clásicas y con los recursos del mismo. Porque Martínez, además de cultivar el género fantástico, es también un apasionado del género negro. En esta faceta ha sabido efectuar una hibridación muy efectiva en otras novelas, como algunos de sus pastiches holmesianos o las del ciclo de Yaxtor Brandan, que no es otra cosa que un James Bond ultra futurista. 

En Las astillas de Yavé esta mixtura de géneros se desarrolla de manera muy efectista y efectiva. Si la protagonista es un clásico personaje de cine negro, con su correspondiente actualización naturalmente, sus comparsas, sus ayudantes y personajes secundarios, son en esencia cooperadores necesarios para que la detective se vea enredada en el misterio. Son personajes muy dispares entre ellos, desde el friki clásico pasando por el sacerdote descreído, o que duda –una versión del padre Karras-, un maestro japonés artes marciales –con reminiscencias al Sr. Miyagui- o un malvado clásico como pueda ser el representante de la secta. Todo ese conjunto da una prestancia a la novela que se deja leer con alegría, con intensidad y con ganas de vivir con V sus aventuras, por pintoresca y peligrosas que sean.
Además de todo esto, Martínez se despacha a gusto con reflexiones muy interesantes sobre lo que es la religión y lo que representan las iglesias “canónicas”.  Las ideas sobre las diversas religiones y divinidades pueden ser o no compartidas pero proporcionan una profundidad a la lectura de esta obra que la mejora más aún si cabe. 
Martínez vuelve a utilizar su estilo ágil de escritura con diálogos muy fluidos y usando, en la mayor parte del texto, la primera persona narradora. Es la propia V quien nos va contando sus experiencias, recurso utilizado como ya sabemos en la novela negra desde siempre. Siempre he dicho que el problema de usar la primera persona es que el lector sabe que nada malo, o definitivo más bien, puede ocurrirle al protagonista.  Pero Martínez sabe utilizar muy bien las sorpresas y las dosifica con muy buen oficio. Es capaz de establecer un enorme feeling con el lector que realmente disfruta de la lectura.
Una novela para disfrutar incluso, ahora que el tiempo es caluroso, en la playa si es necesario.