INTRODUCCIÓN.
Recientemente, Fernando
Ángel Moreno y Julián Díez, coordinaron una antología de ciencia
ficción española -Historia y antología de la ciencia ficción
española, Cátedra 2014- en la que se incluían textos de autores
españoles que en algún momento utilizaron la ciencia ficción como
vehículos o herramientas para desarrollar sus propuestas literarias.
Entre éstos estaban Nilo María Fabra y uno de los componentes de la denominada Generación del 98.Ya he comentado en
estas mismas columnas a algunos de los autores del 98 que
incursionaron en el género, como Unamuno, y ahora le toca el turno a Azorín con algunas de sus obras claramente definidas dentro
de la ciencia ficción.
EL AUTOR
José Martínez Ruiz
nació en Monóvar, provincia de Alicante, en 1873 y falleció en
Madrid en 1967. Es hijo de un abogado, y político de tendencia
conservadora, y una terrateniente alicantina, siendo el mayor de una
amplia familia de nueve hermanos.
Desde muy pequeño
demuestra una afición intensa por la lectura. Estudia en un
internado de los Padres Escolapios en Yecla durante ocho años. Este
internado no le reporta muy buenas experiencias como reflejará en su
libro Memorias inmemoriales. Posteriormente estudia Derecho en
la Universidad de Valencia, en la que asiste muy asiduamente a
tertulias literarias y políticas. Sus intereses se decantan por las
ideas krausistas y anarquistas. Comienza publicando artículos
periodísticos en diversos diarios nacionales como El País El
Progreso, El Globo, EI Imparcial, España o el ABC. Comienza a
utilizar el seudónimo de Azorín en 1904 a partir de su libro
Antonio Azorín, utilizando el nombre del protagonista de su novela.
Participó en el llamado Grupo de los Tres junto a Ramiro de Maeztu y
a Pio Baroja que publicaron un manifiesto de protesta por el desastre
del 98.
En 1907 es elegido
diputado por el Partido Conservador, abandonando sus “veleidades”
revolucionarias de juventud. Fue diputado en cinco legislaturas y fue
nombrado Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública.
EL FIN DE UN MUNDO
Azorín escribe un gran
relato de ciencia ficción titulado El fin de un mundo, o la
meditación del último hombre sobre la Tierra. Es publicado por
el periódico El País el 7 de febrero de 1897. Se trata de un corto
relato en el que un hombre, el último hombre sobre La Tierra,
reflexiona acerca de lo que ha sido y será a partir de ahora.
Azorín adopta una
postura prácticamente solipsista en ese dialogo interior del
personaje protagonista. Se encuentra sólo, desengañado y al borde
de la muerte. En su mente repasa todos los logros de la humanidad y
ahí es donde Azorín se permite desplegar toda su imaginación para
narrar lo que la humanidad fue desde nuestro presente hasta ese
lejanísimo futuro que parece tan lejano como el descrito por Wells
en La Máquina del tiempo. Las coincidencias son notables al
concurrir ese último hombre con el viajero de Wells en un mundo tan
alejado del presente que resulta prácticamente irreconocible.
Para llegar a ese futuro
los seres humanos progresaron en el terreno tecnológico hasta unos
niveles increíbles. Se consiguió, con el trascurso del tiempo,
dominar totalmente la naturaleza. La humanidad de este relato roza
casi la divinidad. La sociedad evolucionó tan magníficamente que se
abandonó totalmente el odio, las rencillas, las peleas, la ambición,
la crueldad. Los hombres vivían para el arte, para la contemplación,
para la belleza. La vida era simple: sin derechos porque no había
deberes, no había belleza porque no había fealdad y no había
éxtasis porque tampoco había dolor. Pese a que Azorín pinta un
paraíso, una utopía futura, ese mismo haber alcanzado la plenitud
conlleva la cruel penitencia del hastío, del aburrimiento y de la
falta de estímulos para seguir viviendo. Los dioses humanos se
cansas y deciden comenzar a desaparecer. ¿Para qué vivir si todo lo
saben, todo lo controlan y dominan?
Azorín crea un universo
similar al paraíso original cristiano; Adan y Eva lo poseen todo y
esa plenitud, ese aburrimiento, es lo que les hace “pecar” para
ver que se oculta en el árbol de la ciencia. En el caso de esta
humanidad su pecado es el mismo aburrimiento que les hace desear no
existir más, y como pueden hacerlo lo cumplen.
Ese último hombre del
relato piensa en que cuando el desaparezca, desaparecerá por
completo en universo ya que nadie podrá pensarlo. Es una filosofía
solipsista, como ya dije, que lleva al autor a pensar que fuera de él
no existe nada. Y realmente esa así, al menos para el no creyente en
paraísos y en vidas futuras. La muerte no sólo conlleva al
desaparición de la persona sino el universo entero que era
visualizado y percibido por ella. Para el difunto ya nada es, aunque
para los demás lo siga siendo.
Un extraordinario relato
de ciencia ficción reflexiva, filosófica y sociológica a la vez,
que debió de suponer un gran shock para los lectores de la época.
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