Siguiendo con nuestra
historia de la ciencia ficción española, nos paramos ahora en la
figura de Ángel Ganivet. Como ya se ha visto a lo largo de estos
artículos, muchos de nuestros más famosos literatos del XIX y de
principios del siglo XX hicieron incursiones en el género de manera
tangencial. Este es el caso que nos trae este mes a ScifiWorld con el
relato titulado Las Ruinas de Granada.
EL AUTOR
Ángel Ganivet García
nació el 13 de diciembre de 1865 en Granada y murió el 29 de
noviembre de 1898 en su segundo intento de suicidio, ahogándose en
el río Dvina en Riga (Letonia).
Se licenció en Filosofía
y Letras por la Universidad de Granada, recibiendo el premio
extraordinario. En Madrid se doctoró en Letras y obtuvo la
licenciatura en Derecho. En 1892 obtiene la plaza de Vicecónsul de
España en Amberes y comienza a escribir artículos en el periódico
El Defensor de Granada, que se convertirá en su medio de
publicación.
El profesor Orringer
mantiene la siguiente opinión:
«[…]es uno de los
pensadores finiseculares más enigmáticos y, a la vez, más
inspirados sobre el tema de la esencia de su país. Su obra más
reeditada, el Idearium español (Granada, 1897), acompañó a muchos
intelectuales a la Guerra Civil y al exilio, les ofreció consuelo y
les explicó las causas del conflicto. […] se le ha supuesto casi
siempre un dogmático, cuando de hecho poseía una inteligencia
escindida, que le impulsaba a afirmar ora una posición, ora su
contraria. ¿Pertenecía Ganivet a la llamada "Generación del
98"? O, puesto que se suicidó antes de la publicación de las
primeras obras maduras del 98, ¿sólo merece el nombre de
"precursor" del mismo?»
Fuera o no un autor
perteneciente a la generación del 98, si que parece claro que en sus
textos subyace esa melancolía por lo que fue y es poso amargo de lo
que se había convertido España a finales del siglo XIX. Ganivet
representa muy bien el desengaño social de la época.
LAS RUINAS DE GRANADA
Ganivet fue un admirador
de su tierra. Su Granada natal le atraía y le cortejaba como una
verdadera amante. La mayoría de sus artículos se publicaron en el
periódico local y en muchas ocasiones fueron referidos a su ciudad.
En el texto que
comentamos en este artículo la protagonista es la ciudad de Granada,
pero una ciudad que pervive en el tiempo, que se manifiesta como un
lugar mítico y maravilloso. Ganivet sitúa su acción en un futuro
situado unos 3.000 años en el futuro. España ha desaparecido como
país y las grandes ciudades, se cita Londres, han desaparecido y son
objeto de investigación arqueológica. De hecho los dos
protagonistas son por una parte un arqueólogo y por otra un poeta.
El primero de ellos invita al poeta a visitar las ruinas de Granada a
lo que el poeta acepta con placer ya que “hace tiempo, mucho
tiempo, que deseaba ir a aquel misterioso rincón de la antigua
España. Si yo soy poeta, soy el poeta de las ruinas.”
La humanidad ha
evolucionado notablemente y para viajar usan unos “entrañables”
aeróstatos my veloces que comunican el mundo. Los dos protagonistas
deciden viajar hasta la ciudad sin detenerse antes en las ruinas de
Londres. Pasan por Paris y arriban a una Granada muerta. Fue
destruida «por un volcán de nueva formación, que al romper la
corteza terrestre y lanzar su lava acostumbrada, no dejó tiempo para
huir, por lo inesperado del fenómeno y por la rapidez con que todo
lo arrasó, desde las faldas de la Sierra Nevada hasta el mar. Así,
al reaparecer Granada, se nos ofrece algo nuevo en el mundo, el
espectáculo de una ciudad muerta, con todos sus habitantes muertos,
en el mismo estado en que se hallaban en el instante preciso de la
erupción. Yo no imagino que pueda ofrecerse a la contemplación del
hombre nada más grande y original. »
Hay un curioso ingenio
que ayuda al poeta a desgranar sus versos. Se trata de un aparato que
se denomina ideófono. Ese artilugio conecta directamente con
la mente y es capaz de verbalizar las ideas. De esta manera el poeta
inmediatamente declama los versos imaginados en honor a la difunta
ciudad a través del artefacto:
Qué silenciosos dormís,
torreones de la Alhambra.
Un sueño de largos siglos
por vuestros muros resbala.
Dormís soñando en la muerte,
y la muerte está lejana.
La cuidad de Granada
desapareció bruscamente debido a la actividad volcánica. Por eso
los dos viajeros descubren una especia de cueva donde hallan 4 momias
del remoto pasado. En esta parte del cuento, el autor se deja llevar
por la imaginación considerando que la humanidad ha evolucionado
físicamente de manera notable. Por comparación con las momias
encontradas, el lector comprende que la evolución intelectual ha
sido definitiva. Otro instrumento futurista, el análisis
craneoscópico, permite colegir que los restos pertenecen al hombre
de la edad del metálica, entre los siglos XIX y XX, a los que
despectivamente denominan microcéfalo. Después de ellos existió el
hombre ápodo, el hombre sin pies, de la edad cinemática o del
movimiento. Las momias son de facciones irregulares con las bocas
mayor que los ojos, de lo que se deduce que «en aquella remota edad
se debía pensar más en comer que en ver». Las cuatro momias son
clasificadas como estereotipos del ser humano del siglo XIX:
humorista, perezoso, optimista y pesimista. La conclusión del sabio
supone que si esos eran los representantes del ser humano de la
época, la erupción volcánica fue providencial para destruirlo
todo. Nada tenían que aportar.
En esta parte de la
historia Ganivet se permite criticar profundamente a su sociedad,
tildando a sus coetáneos de improductivos y prescindibles. Su
pesimismo característico y su crítica social se ven aumentados por
comparación hacia esa humanidad elevada, más inteligente, más
evolucionada e idealizada.
Por contrapartida, el poeta no está
plenamente de acuerdo con la conclusión del sabio, porque piensa que
al menos la ciudad tiene un alma que puede ser admirada. Y ese alma,
al provenir del hombre, su constructor, lo redime en parte.
El ídeófono canta:
Vida y muerte sueño son
y todo en el mundo sueña;
sueño es la vida del hombre,
sueño es la muerte en la piedra.
[…]Si muerte y vida son sueño,
si todo en el mundo sueña,
yo doy mi vida de hombre
por soñar muerto en la piedra.
CONCLUSION
Acercarse
a este relato de Ganivet supone un ejercicio de reflexión acerca de
los clichés y de los métodos que utilizaba el autor para acercarse
a la ciencia ficción, que aún no estaba ni descrita. Pero estos son
claros, y por poner algunos ejemplos nos encontramos con una
humanidad en el futuro muy desarrollada o una tecnología muy
avanzada. Este desarrollo social y humano se utiliza para la crítica
social de su tiempo, que es otra de las características del género.
Esta contraposición es optimista con respecto a la evolución del
hombre, por lo que Ganivet se muestra esperanzado en lo que pueda
ocurrir en el futuro. Observando la evolución de todo habría que
considerar que Ganivet fue en exceso optimista ya que parece ser que
únicamente hemos conseguido un desarrollo tecnológico, pero que en
el aspecto social distamos mucho de haber avanzado algo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario