Uno de los más conocidos
filósofos y escritores españoles del siglo XIX y XX es Miguel de
Unamuno. Su obra es vasta y extensa, tocando casi todos los palos de
la literatura: desde el ensayo filosófico al teatro, pasando por la
novela, la poesía y los artículos periodísticos. Pero pocos
conocen que escribió un par de relatos que entran de lleno en la
ciencia ficción, aunque no fueron escritos pensando en tal etiqueta,
entre otras cosas porque aún no existían. De esta vertiente
hablaremos en el siguiente estudio.
MIGUEL DE UNAMUNO
La figura de Miguel de
Unamuno reviste un carácter de universalidad para las letras
españolas. El autor es uno de los que formaron la denominada
Generación del 98, junto con autores como Antonio Machado,
Juan Ramón Jiménez, Blasco Ibáñez, Valle Inclán, Baroja o
Azorín. No es este el lugar más indicado para exponer lo que supuso
esa generación para las letras españolas. Únicamente comentaré
que una de las fundamentales características de esta generación es
el pesimismo y la hipercrítica hacia un régimen político que lo
había perdido todo tanto en el plano físico como en el moral.
Unamuno nace en Bilbao en
1864 y muere en Salamanca en diciembre de 1936. Su formación es de
corte humanista, estudiando en Madrid la carrera de Filosofía y
Letras y obteniendo el doctorado con su tesis titulada Crítica
del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasco. Accedió
a la cátedra de lengua y literatura griega en la universidad de
Salamanca en 1891 y a partir de 1901 fue rector y catedrático de
historia de la lengua castellana.
En su vida literaria está
considerado como uno de los mejores, tal vez el mejor, poeta lírico
españoles de su época. Algunas de sus obras principales, tanto en
ensayo como en prosa narrativa, fueron: Paz en la guerra, Vida de Don
Quijote y Sancho, Del Sentimiento Trágico de la Vida, Niebla, Abel
Sánchez, La Agonía del Cristianismo, La tía Tula, San Manuel
Bueno, Mártir.
En cuestiones políticas
osciló desde su militancia juvenil en el PSOE hasta llegar el
levantamiento armado del general Franco contra la República. No
obstante sus ideas progresistas en cierto modo le hicieron renegar
del alzamiento militar. Fruto de este malestar contra la rebelión
fue su famoso discurso en la inauguración del curso académico
1937-37 en la universidad de Salamanca de la que era Rector:
«¡Este es el templo de
la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote! Vosotros estáis
profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga
el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, porque
tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para
convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que
os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros
que penséis en España. He dicho».
Toda una declaración de
intenciones que casi le cuesta la vida a manos de los acólitos del
general Millán Astray que se encontraba presente y con el que tuvo
un intercambio de palabras.
MECANÓPOLIS.
En el suplemento
literario Los Lunes, del periódico madrileño el Imparcial del 11 de
agosto de 1913, se publica el relato que nos ocupa. Mecanópolis,
formalmente es un relato que podría entrar en el canon de la ciencia
ficción de comienzos del siglo XX. Se trata de un relato corto, con
una idea básica predominante y que se desarrolla en un entorno
científico-técnico.
El relato es narrado en
primera persona por un viajero que queda perdido en un desierto sin
nombre. Después de sufrir múltiples penalidades, consigue llegar a
un oasis donde restaura sus fuerzas. Allí encuentra una estación de
tren y sube a uno de los vagones del tren que se encuentra allí en
aparente abandono. Éste se pone en marcha sin que nadie lo tripule y
lo traslada a una velocidad increíble a una ciudad. Una ciudad que
está vacía de cualquier habitante humano, pero que tiene tráfico y
servicios funcionales. De hecho, el viajero sin nombre acude a un
hotel donde todo parece estar automatizado. El comedor del hotel es
descrito de la siguiente manera:
«Una
lista sobre la mesa, y cada manjar que en ella figuraba con su
número, y luego un vasto tablero con botones numerados. No había
sino tocar un botón y surgía del fondo de la mesa el plato que se
deseara. »
Otras maravillas de la
ciudad asombran al viajero. Existen automóviles y tranvías
automáticos a los basta con hacer una señal para abordarlos. Museos
increíbles en los que las explicaciones son certezas nunca vistas, y
que estudian a los seres humanos que habitaron aquellas tierras. El
Gran Teatro es un cine sincronizado con fonógrafo –esto es mucho
antes del cine sonoro-, pero el viajero es el único espectador.
¿Dónde están sus habitantes, quienes crearon la ciudad y por qué?
En su hotel encuentra el
periódico del día en el que se habla de su llegada a la ciudad,
tildándolo de pobre hombre y augurando malos días para él. El
viajero está inquieto, máxime cuando la ciudad parece rechazarle y
refleja en el periódico del día lo siguiente:
«Como
preveíamos, el pobre hombre que vino a dar, no sabemos cómo, a esta
incomparable ciudad de Mecanópolis, se está volviendo loco. Su
espíritu, lleno de preocupaciones ancestrales y de supersticiones
respecto al mundo invisible, no puede hacerse al espectáculo del
progreso. Le compadecemos.»
En
su locura de soledad llega a averiguar que las máquinas son «la
raza que ha de dominar la Tierra deshumanizada». Por fin consigue
salir de allí y poder narrar sus historia.
Esa es la historia de la ciudad vacía
de Mecanópolis: una pesadilla tecnológica que ha tenido mucho que
decir en la ciencia ficción posterior (sólo dos ejemplos
cinematográficos muy conocidos para ilustrar esto son Matrix o la
saga Terminator). Unamuno recurrió a la temática de las ciudades
vacías en tres ocasiones: Mecanópolis, La revolución de
la biblioteca de Ciudámuerta y Las peregrinaciones de
Tusrimundo (La ciudad de Espeja).
¿Es Mecanópolis un
trasunto de la industrial Bilbao? El escritor obtiene de su ciudad
natal, fuertemente industrializada a finales del siglo XIX y
principios del XX, la inspiración para crear su ciudad de máquinas.
La intelectualidad de la generación del 98 rechaza de plano la
ciudad, o mejor dicho, rechazan las trasformaciones radicales de la
ciudad capitalista convertida en capitales industriales con paisajes
sucios y desagradables. Por otra parte el obrero se convierte en una
pieza más de la maquinaria, indistinguible de ésta, y por tanto
condenado a la sustitución sin ningún tipo de escrúpulo. La pieza
se cambia y otra ocupa su lugar sin que haya el menor atisbo de
empatía social por parte de los amos de la máquina. Todo ello está
reflejado en el cuento Mecanópolis.
Como dice el profesor
García-Guerrero:
«Unamuno difiere del
modelo decimonónico de la ciencia ficción utópica al tomar
partido por una tercera vía en la que se ensalza al ser humano en
un espacio natural carente de máquinas. Considero, por tanto, que
resulta de gran utilidad analizar los motivos que se encuentran
detrás de los miedos presentados por el autor ante la inminente
amenaza de la mecanización en el proceso de modernización española.
De igual forma, este análisis de la postura de Unamuno ante la
modernización nos servirá para poder entender con mayor
profundidad la apuesta por el humanismo que hace el autor»
Es evidente que Unamuno
abomina del maquinismo. En esencia confía más en el ser humano que
en la tecnificación de la sociedad. Sus creencias religiosas y su
profunda creencia en la humanidad y en la posible bondad del género
humano son utilizados en el cuento por medio de la metáfora. La
deshumanización de la ciudad no le gusta. Esa sociedad fría y
perfecta de máquinas se aleja de lo que es el ideal del espíritu
humano y por tanto alecciona al lector de su inviabilidad y de su
profunda abominación. Pese a que el viajero averiguado que las
máquinas han heredado la Tierra y por ende las características del
alma humano, eso supone una aberración pues, según el autor, sólo
el ser humano puede ser depositario de esas cualidades.
1 comentario:
Obrigado pela explicação. Esse é um dos contos de ficção científica selecionado para leitura em nossa escola.Saludos desde São Paulo Brasil
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