jueves, abril 07, 2016

CUADERNOS DE CIENCIA FICCIÓN. LUIS ANTÓN DEL OLMET Y LA VIDA EN EL SIGLO XXIV



La ciencia ficción española de principios del siglo XX aparece en ocasiones ligada a los movimientos del socialismo utópico. Las utopías del porvenir son muchas y generalmente ligadas mas a los cambios sociales que a los tecnológicos. En los estudios realizados por el Dr. Jaureguizar1 se observa como los escritores analistas usaban las proyecciones sociales a futuro para desarrollar sus teorías sobre la utopía social. De todas éstas las utopías anarquistas son moneda común. En ese contexto, y utilizando los mismos recursos literarios, Luís Antón del Olmet crea una novelette que es todo menos utópica, siendo realmente una distopía2 moralizante.


Luis Antón del Olmet fue un personaje de lo más controvertido y curioso. Nació en Bilbao en 1886 y murió en 1923, en Madrid, asesinado por un amigo como consecuencia del disparo de éste. El motivo del asesinato no fue otro que los celos profesionales y la disputa por una mujer. Pertenecía a una familia aristocrática y estudió Derecho, aunque ejerció como periodista y escritor, siendo fundador del periódico El Parlamentario y director de El Debate, posteriormente sería cronista de ABC. Durante la Etapa de Eduardo Dato al frente del gobierno en 1914 fue elegido diputado por Almería, cargo que ocupó hasta 1916. El Parlametario, un periódico ultraconservador, fue acusado de utilizar los fondos del Ministerio de la Gobernación para su mantenimiento. La respuesta de del Olmet a esta acusación fue retar a duelo al director de La Tribuna, duelo que se saldó con una herida en la cara de Cánovas, el director rival.


Decepcionado con la política, y con los que él suponía que lo habían traicionado, se volvió más izquierdista y El Parlamentario, en 1918, se convirtió en defensor de la clase obrera y de la lucha por la autonomía gallega. En esta etapa de su vida concibe varias obras de teatro y se lanza a una importante actividad periodística colaborando con varias revistas y periódicos de la época. En 1923, como ya he contado, fue asesinado por su amigo Alfonso Vidal con el que mantuvo una disputa y que terminó con un disparo del segundo en el pecho del primero.

Para finalizar con esta corta biografía, reflejo aquí la descripción que de él hizo Rubén López Conde3:

Olmet, amén de excelente escritor y periodista, fue un hampón de rompe y rasga, corrupto, pérfido y bronquista, rebajado por la fuerza superior de su genio turbulento (y su particular sentido de la justicia) a personaje central de un folletín de tintes siniestros.



LA VERDAD EN LA ILUSIÓN

Antón del Olmet fue un autor prolífico pero como autor de ciencia ficción -o mejor de proto-ciencia ficción-, que es lo que nos interesa, tiene publicada una única obra titulada La verdad en la ilusión. Naturalmente la estudiamos como perteneciente al género a posteriori, pues en el momento de escribirse el concepto, la etiqueta, no existía y en todo caso podría decirse que era una fábula futurista para la época. Se publicó en 1912 en la revista Los contemporáneos en su nº 204 del 22 de noviembre. Las ilustraciones fueron de Fernando Fernández Mota. En aquella época, poco más de un siglo, su precio era de 30 céntimos, de peseta que no de euros4.
En 1912 España vive un auge del sindicalismo y de los movimientos obreros. La tardía llegada al país de la revolución industrial provoca que estos movimientos, sociales presentes en Europa en el Siglo XIX, se desarrollen activamente en estas primeras décadas del XX en España. Las prácticas abusivas de la patronal y su resistencia a estos movimientos, así como la oposición de la oligarquía y el clero –con la connivencia de los gobiernos conservadores y la propia monarquía-, hacen que se produzca un estallido de violencia social extrema, cuyo punto de inflexión puede ser la denominada semana trágica de Barcelona en 19095.

En el año de publicación de la novela el pensamiento político de Antón del Olmet es muy conservador por lo que el texto, que a primera vista puede ser catalogado como utópico se convierte en una sátira mordaz de esas sociedades idílicas que preconizaban sobre todo los movimientos anarquistas. La narración está contada por Domingo Beltrán, un madrileño que es víctima de un terremoto que destruye la ciudad y queda en un estado de suspensión. Se despierta entre momias, en un museo, transcurridos 400 años y se encuentra con una sociedad totalmente diferente a la suya. En ese remoto tiempo, los seres humanos han perdido el pelo y los dientes pues no los necesitan para nada. El individuo 1.111.111., carecen también de nombre y apellidos, le sirve de cicerone en este extraño nuevo mundo. La sociedad se ha convertido en mundial, desconociéndose las fronteras y los países. Todos hablan español, cosas del orgullo patrio del autor, y carecen de pasiones. Indudablemente el comportamiento lógico del personaje futuro anticipa el de los vulcanianos de la serie Star Trek.

El terremoto que condenó a Beltrán a la “hibernación” fue causado por una serie de atentados anarquistas que, simultáneamente, destruyeron la mayor parte de las ciudades del mundo. De la destrucción resultante surgió las semillas de es nuevo mundo. Antón del Olmet explica que los “líderes de esta operación” quedaron a salvo, mientras que los “mártires” son venerados como héroes. La socarronería está perfectamente delimitada en estas palabras del futuriano.

En esa sociedad, al modo y manera de Un Mundo Feliz sólo que 20 años antes, los hijos son diseñados para ser médicos, ingenieros o ferroviarios. Sobre el amor y la pareja dice textualmente: 
 
La boda, no. La paternidad, a medias. Un ciudadano del siglo actual sabe que cuando los hombres eran bárbaros cortejaban a las mujeres, las perseguían, pillaban catarros bajo sus balcones, se casaban con ellas. Eso pertenece a un pasado pintoresco y lírico, realmente despreciable y ruin. Ahora, un hombre consciente sabe qué es una mujer, en qué consiste una mujer, la analiza, la ve en todas sus entrañas, en todas sus células. No puede amarla. Se limita a comprenderla. ¿Sería posible que el anatómico, imbuido en sus experimentos, le cantara endechas al músculo animal que tiene ante su catalejo?
—Entonces, ¿cómo hacen ustedes el amor?
—Lícitamente. Nos acercamos a una mujer y le decimos:
«Señorita, ¿se prestaría usted a tener conmigo un hijo varón, rubio, de ojos azules que llegue a ser, andando el tiempo, un gran matemático?».

La comprensión del otro, la absoluta comprensión, produce el tedio y el desdén. Por contraposición a esta idea, las mujeres como desconocidas son mucho más deseables al menos para el autor.

En esa sociedad no se posee nada, todo es de todos y el trabajo es el que ennoblece al individuo y el que produce unos créditos que permiten adquirir las túnicas que visten y las píldoras que ingieren como único alimento. En palabras de 1.111.111:

Se anuló el dinero… ¿Para qué traficar donde no hay salsa en qué pringarse? La falta del dinero hizo absurdo el cargo de gobernador.

Pero la respuesta de Beltrán a esta afirmación, supongo que es el propio pensamiento de Del Olmet, es muy clarificadora:

Yo pensé tristemente en la ñoñez de una pobre nación donde no es posible tener distrito ni enriquecerse con la política. ¡Yo que había soñado más de una vez con dedicarme a republicano para que me asignasen alguna bonita cantidad en el ministerio de la Gobernación!

Dada las características del escritor y sus constantes cambios políticos acercándose a quién le pudiera proporcionar beneficios no resulta extraña la reflexión del viajero en el tiempo.

Los logros tecnológicos son impresionantes. Los aeroplanos muy evolucionados son el medio de comunicación más utilizado, siendo muy rápidos. Pero el autor también anticipa el teléfono móvil y el mando a distancia

Sacó un teléfono sin hilos de una faltriquera, habló con los aires, descendió un aeroplano hasta nuestros pies, subimos, y atravesamos el éter.

Esa sociedad hipercivilizada está en contacto con otras inteligencias del universo y espera la visita de un marciano, cosa que ocurre en el capítulo final. Los marcianos son inmortales, acumulan todos los conocimientos y sin embargo se aburren, se aburren mortalmente. A la pregunta de Beltrán si son felices, el marciano se echa a llorar y afirma que no, que son profundamente desgraciados.

La fábula moral está bien clara: la sociedad evolucionada que desemboca en el anarquismo o el marxismo resulta a la postre muy triste y sin ningún tipo de alicientes. No importa que todos vivan bien, que no haya desigualdades, lo importante es precisamente lo intrínsicamente desagradable que resulta esa igualdad. No se puede ni siquiera llegar a concebir que la igualdad sea siquiera una aspiración plausible.

Ciencia ficción primitiva que no se acerca a lo que ahora entendemos por ella, pero que nos ofrece una idea de lo que a principio del siglo XX se pensaba, y lo que es más importante: aunque no dejara huella y no podamos ni siquiera hablar de inspiración anticipó alguna que otra distopía mucho más famosa.
1 Agustín Jaureguizar es uno de los mejores expertos en la proto-ciencia ficción española. Muchos de sus ensayos están referidos a las utopías sociales de finales del siglo XIX y principios del XX. Ha firmado muchos de sus ensayos con el seudónimo de Augusto Uribe.
2 Distopía es lo contrario de Utopía. La sociedad distópica se define como algo indeseable en sí misma. Ejemplo paradigmático de sociedad distópica es la creada por Orwell para su famosísima 1984.
3 Luis Antón del Olmet o la incuria de los tiempos pp12 en La Verdad en la Ilusión. Ginger Ape Books&Films, 2013.
4 El salario diario en la industria era para los varones de 2,9 pesetas de media, unas 90 pesetas al mes. Para las mujeres aproximadamente la mitad.
5 Los incidentes de Barcelona se debieron en origen a la recluta forzosa de soldados de reemplazo destinados a reforzar Melilla. Una huelga general el 26 de julio de 1909 desencadenaron la represión del gobierno al declarar el estado de guerra en la ciudad y posteriormente en toda Cataluña.

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