Cuerpos descosidos
Javier Quevedo Puchal
NGC Ficción
Pilar Barba, editora en jefe de
NGF Ficción, no deja de acertar con la selección de títulos que está realizando
para las colecciones temáticas de la editorial. Cuerpos Descosidos es la
segunda novela que se encuadra en la colección terror y que supone un giro
absoluto con respecto a la excelente Necróparis que ya me sorprendiera
gratamente hace unos meses. La novela de Javier Quevedo tiene un registro muy
diferente, yo ni siquiera la calificaría de novela de terror pues se aleja
mucho de lo que habitualmente estamos habituados a encontrarnos en el género.
Si debiéramos de etiquetarla se podría definir como una novela “desasosegante”
ya que somete al lector a una constante sensación de ligero malestar con las
historias que se nos muestran.
Efectivamente, son tres historias deferentes las que el autor nos
muestra. Historias sin una aparente cohesión entre las tres, aunque muy
relacionadas por ese desasosiego y porque los personajes tienen en común el
poseer todos una atracción, con diferentes formas de manifestarse, hacia el
daño físico en una tendencia sado-masoquista encubierta.
Las tres historias tienen un
protagonista diferente en cada una. Lucio, de profesión chapero, Eva, una mujer “maltratada”, y un tercer personaje, que permanece oculto
en casi toda la narración, que escribe un diario. El pegamento que une las tres
historias no es otro que el personaje de La Papisa, alma mater del espectáculo
en el Cabaret de los Pecados, en el que “espían” sus pecados los espectadores que
asisten al mismo. La Papisa es una empática, capaz de “purgar” las penas de los
demás, pero a costa de un terrible precio como es el de las manifestaciones
estigmáticas en su cuerpo de esos pecados o penas. Literalmente es como un
Cristo redentor que se deja “matar” para salvar a los demás. Y he elegido la
comparación con Cristo, porque la novela estás impregnada de cristianismo, no
específicamente bendecido por el autor, pero si con múltiples referencias al
mismo, y sobre todo en el concepto más integrista del pecado y de su redención
por la penitencia.
El desenlace, que no revelaré
como es lógico, muestra una cohesión de la historia en un todo que cierra las
“heridas” de la lectura en algunas ocasiones dispersa. Y es que el mantener
tres escenarios e historias diferentes puede desconcertar al lector que debe
acostumbrase a los cambios en una historia no lineal y con saltos temporales.
Ese desenlace revela algo que se puede sentir a lo largo de las páginas
precedentes y, como diría el coronel Kurtz, no es otra cosa que el “horror”.
Ese horror que nos sacude cuando se sobrepasan, aparentemente, los límites de
lo que parece que tiene que ser un comportamiento humano. Es horror que está
presente en obras como “El niño de los coroneles” de Fernando Marías o “El corazón de las
tinieblas”, de Joseph Conrad. Es un horror mundano, un horror que puede
suceder, que es creíble y por eso
resulta mucho más inquietante. Sin duda la novela tiene connotaciones típicas
del corpus de la literatura fantástica, pero no son lo fundamental en la trama,
aunque sí necesarias para su desarrollo. Es en el final donde el autor cierra
perfectamente la trama, en un desenlace que sorprende en parte. Al menos yo
esperaba algo diferente a lo que se nos muestra. Pero una vez analizado el
final mas fríamente, veo que realmente es el que se podría esperar y que las
acciones de los personajes están medidas y para que el desenlace sea el que es
y no otro. Por supuesto tendrán que leer esta novela para saber qué es lo que
se oculta en el fondo del alma de estos personajes.
No puedo menos que recomendar,
una vez más, su lectura y poner en valor a este, relativamente, desconocido
autor. Los lectores harían bien en no perder de vista a Javier Quevedo.
Sospecho que nos deparará alguna que otra alegría literaria en el futuro.
Publicado originalmente en la revista ScifiWorld
© Alfonso Merelo 2011-2013
© Alfonso Merelo 2011-2013
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