La novela que traemos a estas
líneas ha conseguido quedar finalista del
Premio Herralde de Novela, lo que a priori le
supone un atractivo para su lectura, pese a no haber ganado. Pero muchas veces
los finalistas son mejores que los ganadores y yo nunca los menosprecio sino
que me atraen como lector.
En este libro se trata acerca de una
serie de temas a cual más interesante: del poder como manifestación de la
impunidad, de la ausencia de ética, del todo vale para conseguir los fines y de la humanidad como tal enfrentada a
un reto que sólo sería soportable por los dioses.
La sinopsis la extraigo de la propia
contraportada: En 1967, una atractiva estudiante de antropología llamada Izumi
Fukada contrae una extraña enfermedad en la isla de Papúa-Nueva Guinea mientras
forma parte de la expedición japonesa que busca a la tribu perdida de los
hamulai. Este episodio trivial es el primer eslabón de una imprevisible cadena
de acontecimientos que prosigue en Japón, salta a los Estados Unidos y termina
alumbrando, setenta y cinco años después, una pesadilla distópica a escala
planetaria.
Al analizar el texto, al margen
de mi gusto personal, me ha sorprendido la heterodoxia del desarrollo de la
trama. Moyano intercala narración pura y dura en tercera persona con
intercambios epistolares, noticas extraídas de periódicos, entrevistas, diarios
personales o e-mails, que no son otra cosa que formas epistolares modernizadas.
Parecería que ese tipo de mezcla podría ser perjudicial para la lectura, y sin
embargo es todo lo contrario. La excelente estructuración del texto conduce a
una lectura muy ágil, muy certera que condensa en muy pocas páginas una
historia que en otras manos habría dado para 500 o más páginas. El autor va a
lo conciso y, afortunadamente para el lector, elimina todo lo que de superfluo
pudiera tener la historia. No necesito, como lector, infinitas explicaciones a
cual más enrevesada sobre las motivaciones o las acciones de los personajes.
Pero esto no significa que los mismos estén mal perfilados o sean planos: el
lector sabe perfectamente de que ralea están hechos cada uno del ellos; desde
el cobarde al acomodaticio, pasando por el perfecto villano sin escrúpulos ni
moral. Si me dan solo una frase para describir la novela en cuanto a su formato
esa es “perfecta en su condensación temática”.
Pero no es sólo su formato lo que
constituye un atractivo, lo es también la historia. Y no crean que es una
historia original, ya que la temática ha sido empleada profusamente en la
ciencia ficción literaria, e incluso fílmica. ¿Y qué temática es esa, me dirán
ustedes? Pues no debo revelarla ya que pienso que deben tener una sorpresa al
leerla. Pero si les diré que en ocasiones me ha recordado a la excelente Incordie a Jack Barron de Norman Spinrad. El planteamiento es
similar ya que el descubrimiento que puede cambiar a la humanidad es tan costoso
que sólo unos pocos privilegiados pueden costearlo. Y aunque parezca que el
tema es ese descubrimiento, y las interacciones con los que pueden usarlo, en
realidad el tema es, y en las dos novelas está presente, la terrible brecha
entre la pobreza y la hiperriqueza. Es
exactamente igual que lo que está ocurriendo en nuestro país actualmente con el
sovaldi, ese medicamento que cura la hepatitis c. Quien no puede costearlo se
muere irremisiblemente, lo que implica que si eres rico estás salvado porque la
cobertura de la seguridad social es escasa y no llega a todos. Es la definitiva
ruptura entre las clases: unos viven, porque tienen dinero, y otros mueren. Así de simple. Y esa
dicotomía está presente en la novela y
resulta meridianamente clara.
Si se le puede achacar algún
defecto a la novela es su falta de desarrollo una vez hemos consumado ese
“imperio Yegorov” y estamos inmersos en la distopía. Se dan unos esbozos, pero
a este lector le hubiera gustado poder ver como se desarrollaría esa sociedad más
allá en el tiempo.
En resumen, creo que los lectores
encontrarán una novela más que interesante que hará reflexionar al lector,
proporcionando una lectura mucho más que digna. En mi ranking particular, al
que no deben hacer caso naturalmente, es una de las mejores novelas que me echado a la vista últimamente. Y es
corta ¡oigan! Se puede escribir buena ciencia ficción sin que los brazos del
lector sufran deformaciones por el peso de las páginas. ¡Se puede! ¡Fantástico!
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