El sello Fantacsy ha publicado
hace un mes aproximadamente a otro autor español más. Es Rodolfo Martínez, uno
de nuestros escritores actuales más clásicos y prolíficos del género, que
ofrece ahora la novela Las astillas de
Yavé. Con esta novela Martínez vuelve a retomar un escenario en el que ya
había situado algunas de sus historias previas. En La Ciudad, un lugar
inexistente pero que bien pudiera ser Gijón, las cosas no son como en otros
lugares. Esta llena de misterio, de claroscuros, de personajes singulares que
se mezclan con otros más comunes.
La detective privada Viola
Mercante, “V”, es la protagonista de la acción. Se trata de una ex policía que
cumple con varios estereotipos procedentes del cine de acción: seductora,
combativa, experta en artes marciales, deslenguada y, para remate, bisexual lo
que da una imagen mas que atractiva al personaje. Es contratada por un
sacerdote, el padre Ardente, que es un jesuita muy atractivo, contrata a V para
que averigüe lo que pueda sobre la Iglesia del Dios Primigenio, que está
aumentando exponencialmente su número de fieles en detrimento de su parroquia.
Esta secta es prácticamente desconocido y coincide que desde su llegada al
barrio los crímenes han casi desaparecido.
Los contactos de V le confirman que le barrio parece estar cambiando.
Los habitantes están abúlicos y sumisos y todo parece conectado con las muñecas
amuleto que venden artesanos andinos.
Todo esto va envolviendo lentamente a la detective en una tela de araña
cada mas más tupida que le llevará a comprobar que ciertas cosas insólitas son
ciertas.
Los secretos de La Ciudad se van
a desvelar a medias, como ya hicieran en obras anteriores como El abismo te devuelve la mirada
(rebautizada como El abismo en el espejo), Los
sicarios del Cielo o Fieramente
humano. En esta ocasión las referencias a los mitos ancestrales
provenientes de Lovecrafft son claras. El mismo nombre de la secta da una pista
a los lectores de lo que se puede encontrar en la narración.
Este acercamiento al terror
cósmico no impide que la novela sea una novela de género negro, un
trhiller con muchas connotaciones
clásicas y con los recursos del mismo. Porque Martínez, además de cultivar el
género fantástico, es también un apasionado del género negro. En esta faceta ha
sabido efectuar una hibridación muy efectiva en otras novelas, como algunos de
sus pastiches holmesianos o las del ciclo de Yaxtor Brandan, que no es otra
cosa que un James Bond ultra futurista.
En Las astillas de Yavé esta
mixtura de géneros se desarrolla de manera muy efectista y efectiva. Si la
protagonista es un clásico personaje de cine negro, con su correspondiente
actualización naturalmente, sus comparsas, sus ayudantes y personajes
secundarios, son en esencia cooperadores necesarios para que la detective se
vea enredada en el misterio. Son personajes muy dispares entre ellos, desde el
friki clásico pasando por el sacerdote descreído, o que duda –una versión del
padre Karras-, un maestro japonés artes marciales –con reminiscencias al Sr.
Miyagui- o un malvado clásico como pueda ser el representante de la secta. Todo
ese conjunto da una prestancia a la novela que se deja leer con alegría, con
intensidad y con ganas de vivir con V sus aventuras, por pintoresca y peligrosas
que sean.
Además de todo esto, Martínez se
despacha a gusto con reflexiones muy interesantes sobre lo que es la religión y
lo que representan las iglesias “canónicas”.
Las ideas sobre las diversas religiones y divinidades pueden ser o no
compartidas pero proporcionan una profundidad a la lectura de esta obra que la
mejora más aún si cabe.
Martínez vuelve a utilizar su
estilo ágil de escritura con diálogos muy fluidos y usando, en la mayor parte
del texto, la primera persona narradora. Es la propia V quien nos va contando
sus experiencias, recurso utilizado como ya sabemos en la novela negra desde
siempre. Siempre he dicho que el problema de usar la primera persona es que el
lector sabe que nada malo, o definitivo más bien, puede ocurrirle al protagonista. Pero Martínez sabe utilizar muy bien las
sorpresas y las dosifica con muy buen oficio. Es capaz de establecer un enorme
feeling con el lector que realmente disfruta de la lectura.
Una novela para disfrutar
incluso, ahora que el tiempo es caluroso, en la playa si es necesario.
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