lunes, febrero 02, 2015

LA CUARTA SEÑAL JOSE CARLOS SOMOZA






Minotauro publicó el mes pasado la última novela de José Carlos Somoza que, una vez más, entra de lleno en el género de ciencia ficción. Es curioso como un autor que ha tocado tantas veces el género, tiene verdaderos problemas en decir que algunos de sus libros son pura ciencia ficción. De sus 18 novelas publicadas 5 de ellas pertenecen al género, mas dos que pertenecen claramente. Clara y la penumbra, Zigzag, La llave del abismo y El cebo son sus incursiones en el género y ahora nos llega esta última La cuarta señal.

Resulta interesante señalar que Somoza ha intentado, y conseguido, cambiar de escenarios y de premisas en todas sus novelas, siempre utilizando los recursos de la novela policiaca. En todas las anteriores obras la investigación policial, o detectivesca, se encuentra presente en mayor o menor medida. De este modo su adscripción temática puede ser ambivalente entre el género negro y de ciencia ficción; Somoza se encuentra muy a gusto dentro en el primero y no lo oculta en ninguna de sus obras.

Otra característica en toda su obra, al menos en la de género, es su absoluta habilidad para inventar tecnologías futuristas muy interesantes. El arte hiperdramático, la técnica policial psinoma o la tecnología del viaje en el tiempo son algunos de sus curiosos  nichos tecnológicos, que se hacen muy creíbles y plausibles en el contexto en que las utiliza. Además, forman parte del novum de la obra, de modo que ésta no puede existir sin aquella.

En esta novela que nos atañe vuelve a crear un universo particular que se desarrolla paralelamente en el mundo real y en un mundo global virtual. Es evidente que esto no es nuevo en el mundo de la ciencia ficción. Sólo por recordar algunos de esos escenarios tenemos a la siempre nombrada Matrix, y sus continuaciones, y también la excelente Nivel 13 dentro de la producción cinematográfica, respecto a la literatura no puedo dejar de nombrar Ciudad Permutación, de Greg Egan o, yendo mas atrás en el tiempo, uno de los relatos protagonizados por Ijon Tychy el antihéroe creado por Stanislav LEM. En todas ellas se trata el tema de la realidad virtual y de la imposibilidad, en determinadas circunstancias, de diferenciar lo real de lo irreal.

La historia que narra Somoza se centra en dos protagonistas, o tres en puridad, incursos en este universo virtual llamado Órgano. El primero de ellos es un adolescente experto en informática con varios avatares entre los que se encuentra el de detective. La segunda, es María, una recién llegada a Órgano, que utiliza un cuerpo muy voluptuoso y sexi. La hija de ella se va a convertir en una llave para la manipulación de la realidad virtual y La conquista del mundo (sic). Como es lógico, y previsible, los protagonistas se verán envueltos en una trama de penalidades para desenmarañar el misterio que se basa en una antigua profecía y ese mundo virtual.

Resulta muy interesante que, una vez más, Somoza diseñe una tecnología novedosa para sustentar su historia. En este caso se le ha ocurrido crear la realidad virtual a través de la música de Bach. Una codificación adecuada de las ecuaciones que diseñan el universo virtual permite que éstas puedan expresarse mediante la música de J.S. Bach. Es una explicación pobre, desde luego, pero que resulta curiosa en origen. Y es pobre porque precisamente, y por necesidades del guión no lo niego, se ciñe todo a la Bach cuando debería haberse ajustado a cualquier música. ¿Por quñé Bach sí y Beethoven no? Pero claro, puesto que uno de los variados deus ex machina es esa profecía relacionada con el músico, no podía hacer otra cosa para intentar encajar el puzle.El tema de la influencia de la música en las personas ya lo había tratado el autor en La dama nº 13, en la que las brujas influenciaban a sus víctimas mediante  recitados y canciones. Esto, que funcionaba bien en un entorno de magia y fantasía, no parece tan oportuno en una historia de ciencia ficción, sobre todo si se mezcla con una especie de predestinación o magia ancestral. En Alias resultaba, aquí no tanto.

Por otra parte los personajes no parecen mostrar todo su potencial a lo largo de la novela. Apenas conocemos sus motivaciones, salvo la protagonista que pretende salvar a su hija de un destino impuesto. Todos los demás son excesivamente difusos. ¿Qué mueve al villano oculto –casi un doctor maligno- a montar ese espectáculo para apoderarse de Órgano? ¿No existe algún tipo de protección policial virtual en este entorno? Es más, ¿cómo es posible que no se tenga control sobre el mismo una vez que éste se ha desarrollado? Hay una serie de incoherencias internas que molestan al lector que espera explicaciones que no existen.

A su favor hay que decir que el libro se lee muy fácilmente y que como obra de fantasía funciona a ratos, aunque se diría que el autor ha intentando mezclar demasiadas cosas y el cóctel resultante le ha salido bastante insípido.

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