martes, abril 05, 2011

Muñecas rusas en la Segunda Guerra Civil Norteamericana.


Un hombre en la oscuridad

Paul Aster

Anagrama 2009

Las cajas chinas, o las muñecas rusas, son aproximaciones metafóricas a lo que es la última novela publicada en España de Paul Auster.

Glosar a Paul Auster, autor sobradamente conocido, es un ejercicio de repetición pues los lectores ya tienen una idea muy sólida de lo que es, y representa, en la literatura norteamericana contemporánea. Ganador del premio Príncipe de Asturias de las letras en 2006, es un neoyorquino convencido y muchas de sus producciones se sitúan en esa ciudad, como ocurre con otro de los galardonados con el Premio, Woody Allen en 2002, cuyo amor y defensa de la “capital del mundo libre”, es notoria. La “Trilogía de New York” es una de sus obras mas conocidas que concita tantas adhesiones inquebrantables como odios profundos ya que, en general, este autor es presa de grandes contrastes en la crítica. El ser, además, un cineasta de culto, “Smoke”, “Blue in the Face“ o “Lulú on the Bridge”, guionizadas o dirigidas por él, le da una aureola de hombre del renacimiento capaz de acometer diferentes aspectos del arte con notable acierto en todos ellos. Es, tal vez, mas reconocido en Europa, como le ocurre al antes nombrado Allen, y sus premios concedidos aquí así parecen atestiguarlo:“Culture de Littérature Étrangère pour "The New York Trilogy"”, “Médicis Étranger” por "Leviathan", “Príncipe de Asturias de la Letras” y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Lieja.

Auster es un autor que intenta experimentar con la literatura constantemente. Esta novela que comentamos, “Un hombre en la oscuridad” no es una excepción cuando, en lo formal, se muestra sin ningún tipo de diálogos convencionales –los hay, sin duda, pero tienen otra forma-, usando estructuras similares a las empleadas por Corman MCarthy en “La carretera” o Rafael Marín en sus últimas obras como “Detective sin licencia” o “Juglar”. En el texto encontramos la figura del narrador omnisciente, aunque en esta ocasión tiene una doble adscripción: el “dios” narrador y el “dios” creador; el demiurgo que lejos de ser un personaje pasivo se torna decisivamente activo. Porque la novela es claramente metaficcional ya que contemplamos simultáneamente las vivencias del narrador y la de sus personajes, creados para romper su soledad, en una segunda novela que trascurre en un mundo distópico y ucrónico.

La historia es muy sencilla en el fondo aunque muy complicada en su desarrollo. El escritor y crítico August Brill se encuentra en el ocaso de su vida. Su familia ha sufrido una serie de desgracias consecutivas y el mismo se encuentra recluido en una silla de ruedas, conviviendo en la casa de su hija y su nieta. Su única salida, y su expansión diaria, es inventar en su mente historias. Mientras que, mediante unos muy medidos flashbacks, repasamos la vida del autor, éste nos narra una historia que se desarrolla en un mundo paralelo en el que los Estados Unidos están envueltos en la Segunda Guerra Civil. En 2000, la victoria del Presidente Bush ha sido el detonante de la Guerra, ya que algunos Estados no han aceptado la decisión del Tribunal Supremo de validar las elecciones en el Estado de Florida. Nueva York, y otros estados de la costa este, se ha separado del País formando la Unión Independiente. La ciudad ha sido bombardeada contándose por cientos de miles los muertos. Después de ocho años de guerra, llega allí Owen Brick, un mago de fiestas infantiles, procedente de nuestra realidad. Tendrá que cumplir una misión para que esa guerra pueda terminar.

Estamos ante un típico escenario, en la segunda novela, de los más clásicos de la ciencia ficción: mundos paralelos, sociedades ucrónicas y escenarios apocalípticos. Todas estas características se encuentran perfectamente encajadas ya que el lector asiste a la lectura de una historia, alo-historia en este caso, verosímil dentro de su contexto. La ucronía está en el alma de la historia que quiere contar Brill. Ese universo diferente que es el resultado de su insomnio nocturno llenado por las “ensoñaciones” al crear esa sociedad en guerra. Esta segunda novela le sirve de vehículo a Auster para criticar la postura política del Presidente Bush. Es su actitud la que ha llevado a USA a la ruina de una guerra civil metáfora excesiva, tal vez, de las acciones bélicas protagonizadas por USA a raíz de los sucesos del 11 S. Queda claro que los “malos” de la historia es el gobierno unionista. Es él el que bombardea Nueva York y es este gobierno, se supone que ultraconservador, el que está ganando la guerra provocando una matanza de civiles en los estados separatistas. En ese mundo no existió la guerra de Irak, por tanto el marido de su nieta no pudo fallecer en la misma. Es una salida para el escritor de ficción y probablemente para el autor real, aunque el coste sea millones de vida, si bien en la segunda ficción.

Pero la novela no es sólo una cumplida venganza alegórica contra el gobierno republicano, es también, y esta es su premisa argumental más sólida, una reflexión sobre la soledad. Los tres personajes “reales” están decididamente solos y así se sienten y reconocen. Brill, su hija y su nieta, han pasado por trances vitales muy desagradables que a los tres les han dejado hundidos en la soledad. Ni siquiera se tiene a ellos mismo ya que están situados en compartimentos separados independientes unos de otros. La única ligera unión se produce entre el abuelo y la nieta cuando ambos disfrutan del cine que la segunda elige. Porque otra de las características de la novela, y de la obra de Auster en general, es su intertextualidad. Aquí, se nos ofrece la referencia cinéfila en varios episodios, que coinciden, o aprovechan el escenario, con las más tristes reflexiones sobre la soledad. Las películas “Ladrón de bicicletas” de Vitorio de Sica o “Los Cuentos de Tokio” de Ozu, son dos de las que se describen con todo lujo de detalles, haciendo que funcionen como refuerzo forzado hacia el lector del sentido, o sin sentido, de la soledad.

Probablemente “El hombre en la oscuridad” no sea la mejor novela de Auster, aún tiene que escribir alguna mas, pero si que en ella encontrará el lector momentos mas que agradables para leer. La recomendación para todos es pues obligada. Estoy convencido que no defraudará.

© Alfonso Merelo Solá 2008-2010

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