NECRÓPARIS
Fernando Cámara
La editorial NGC FICCIÓN lanza al mercado su tercer título, en este caso etiquetado en el apartado de terror y eufóricamente titulada Necróparis. Se cierra el ciclo de las tres temáticas editoriales con esta novela, puesto que anteriormente fueron publicadas “Fragmentos de burbuja”, perteneciente a la colección de ciencia ficción, y “La versión del minotauro” dentro del género negro.
Fernando Cámara proviene del mundo del cine, como director y como guionista, y esta es su primera novela. Su experiencia cinematográfica (“Memorias del ángel caído” como director, o recientemente la TV Movie “El crimen de los Marqueses de Urquijo” como guionista”) se deja notar, y mucho, en este su primer texto novelado. La construcción de frases es muy ágil y con gran profusión de diálogos que se suceden vertiginosamente. Técnicamente, ha prescindido de los clásicos guiones para narrar las conversaciones entre los personajes.
La novela comienza, y termina, con la narración de un viaje, en principio romántico, de una pareja que se traslada a Paris en un fin de semana. Lo que se prometía como un paréntesis en la “Ciudad Luz” pronto se convierte en una pesadilla onírica, o real, en la que los dos protagonistas se ven sometidos a diferentes y terroríficas experiencias.
No sería serio revelar lo que el lector va a encontrar en esta novela, pero si diré que la atmósfera que crea Cámara es absolutamente absorbente y subyugante. Sus descripciones de “otro” París diferente al que habitualmente se conoce –glamour, luz, grandiosidad, bristos o savoir faire- son tan precisas que se diría que el autor ha vivido esas aventuras. No es cierto esto último, naturalmente, pero como él bien explicó en la presentación de su novela, le ocurrieron ciertas cosas en París que le dieron que pensar y que están en la base de la novela, aunque magnificados y exageradas.
Si tenemos por una parte la atmósfera creada como base para la acción, la otra base literaria es la relación entre la pareja protagonista. Porque, además de una novela de terror, Necróparis es una novela de sentimientos, de amor y de relaciones de amistad y de cariño entre dos personas que conviven desde hace años. Este cariño es el que les permite avanzar, con dificultades, a lo largo del fin de semana parisino, pues la ayuda mutua se hace imprescindible para sobrevivir. La intensa forma de contar lo que son, y sobre todo como piensan los personajes, se convierte en un lujo para el lector, que sufre con ellos sus espantosas vicisitudes y se alegra de los escasos triunfos, o las pequeñas victorias en los tres días parisinos. Es la intimidad de la pareja, su íntima relación, descrita con mimo y que parece cuasi telepática – da la sensación de que saben cada uno de ellos lo que el otro va a pensar y cómo va a reaccionar- la que proporciona una calidez a muchas de las escenas descritas por el autor. Y esa sensación de proximidad, produce un extraordinario feed back entre los personajes y los lectores que refuerzan, como ya dije antes, la identificación con ellos.
Los miedos a ciertos elementos, que son habituales en nuestro entorno, están presentes a lo largo de todo el texto. Son miedos primarios a cosas normales, pero que si se “desmadraran” dejarían de ser normales, y eso es lo que magistralmente nos muestra Cámara en su opera prima. Incluso las pequeñas canciones que siempre están ahí con nosotros, como “Beguin the beguine” de Cole Porter, se convierten en herramientas que, contextualizadas, producen escalofríos a los personajes y, de paso, a los lectores que es seguro que vamos a mirar de reojo determinadas cosas a partir de ahora.
Es cierto que la cotidianeidad se puede volver terrorífica cuando algo cambia en el engranaje, Cámara aprovecha estos resortes para crear un asombroso submundo que, si uno se fija ahí, subyace en todas las grandes ciudades, o en los pueblos más profundos. Ese submundo es el mas violento de todos, que puede generarse por un partido de fútbol o por una manifestación de okupas descontrolados. Todo esto está presente en esta apasionante novela, en la que intentamos discernir si todo es real, un sueño o una pesadilla. El lector tiene la palabra para dilucidar a qué asistimos en realidad.
Necróparis es una de esas joyas que hay que leer sin ninguna duda. Cualquier lector que se adentre en sus páginas no quedará decepcionado, porque una novela es “buena” cuando se recuerdan pasajes y situaciones. Y, en este caso, les aseguro que no podrán olvidarla. Para terminar sólo diré una palabra: Maniquí. Cuando la lean sabrán por qué.
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