«La
literatura realista no es más
que
un paréntesis dentro de la fantasía,
que
es la esencia de la literatura»
Jorge Luis Borges
INTRODUCCIÓN
Llegué a conocer la
obra de Ray Bradbury a través de la lectura de Crónicas Marcianas en la edición
de Minotauro, traducida por Francisco Porrúa y con un excelente aval, en forma
de prólogo, de Jorge Luis Borges. A partir de ese momento, Bradbury se
convirtió en uno de mis referentes dentro de la ciencia ficción. Su reciente
fallecimiento me da la oportunidad de reflexionar acerca de lo que ha sido su
obra en todos los formatos. Este artículo no es otra cosa que un homenaje a un
escritor que supo emocionarme y llevarme a lugares donde ningún hombre ha ido antes
[1].
EL AUTOR
Raymond Douglas
Bradbury nació en Waukegan, estado de Illinois, USA, en 1920 y falleció en los Ángeles
el 5 de junio de 2012 a la edad de 91 años. Desde pequeño se vio atraído por la
literatura, primero como lector, y después como colaborador en emisoras de
radio, donde prestaba su voz narrando cuentos para niños. Según sus propias
afirmaciones, escribió su primer relato a la edad de 12 años. Este relato
consistía en una continuación de las novelas marcianas de Edgar Rice Burroughs, que incluso fueron
dedicadas por el pequeño escritor al
autor del imborrable Tarzán.
En 1934 su familia se traslada a Los
Ángeles, donde descubre su otra pasión: el cine, probablemente impresionado por
el ambiente hollywoodense. Termina la High
School, el bachillerato, en 1938 y, debido a la situación
económica familiar, no puede acudir a la Universidad, por lo que empieza a trabajar como
vendedor de periódicos. Estos condicionantes permiten afirmar que su formación
literaria puede considerarse completamente autodidacta.
Publica sus primeros relatos en 1938 (en un
fanzine propio) y su primer trabajo
literario remunerado se publica en 1941 en la revista Super Sciencie Histories.
Esta primera historia tiene como tituló Péndulo. A partir de 1943 ya vivía
de lo que escribía, recibiendo el premio al mejor relato corto norteamericano
en 1945 por The Big Black and White Game.
En 1947 contrajo matrimonio con Marguerite
McClure a la que sobrevivió pues ella murió en 2003. El matrimonio tuvo cuatro
hijas que aún viven. En sus últimos años mantuvo posturas políticas, y de
criterio, que le alejaron de su rebeldía contra el stablishment que estaba
patente en Crónicas Marcianas. Sus posicionamientos políticos le acercaron
más a las ideas ultra conservadoras de la era Bush Jr. que a la tendencia
liberal manifestada en sus obras de los cincuenta y sesenta.
Como curiosidad, habría que contar que siempre
utilizó una máquina de escribir porque según decía
«una computadora es básicamente una máquina
de escribir, y no necesito otra. Con la que tengo me alcanza»[2].
Entre los múltiples premios recibidos, uno
de los mas importantes fue la
National Medal of Art (Medalla Nacional del Arte), que se le
otorgó en el despacho oval de Casa Blanca y de manos del presidente George W.
Bush. También recibió en 2007 una Mención
Especial del Premio Pulitzer
OBRA LITERARIA
Hay solo dos cosas con las que uno
se puede acostar: una persona y un libro.
Bradbury fue uno de los autores que aupó el
género de la ciencia ficción, y la fantasía, a cotas de excelencia, no sólo
para los lectores del género, sino para los lectores del denominado mainstream. Su gran actividad literaria conjugó
casi todos los registros: teatro, novela, poesía, cuentos, guiones de
televisión y cinematográficos. Marcó, para muchos estudiosos, la mayoría de
edad y la consolidación como género de la ciencia ficción norteamericana,
mayoría de edad que coincide con la expansión del género en el resto del mundo.
Fue una de las personalidades indiscutibles que trasciende los encorsetamientos
del género y que no es desdeñado por la crítica ajena al mundillo de la ciencia
ficción. Fue, como ya comenté, un autor reconocido en los ámbitos más generales
de la literatura y como bien escribía Pablo
Cappanna[3]
«...
es una auténtica personalidad poética que canaliza todos los temas de autores
anteriores en función de una sensibilidad muy personal y una actitud de
rebeldía ante el american way of life ».
Probablemente uno de los motivos para que
fuera considerado y reconocido fuera del círculo sectario de la ciencia ficción fue su habilidad u oportunidad para
publicar al margen de las revistas de género. Desde el principio, y muy a
menudo, sus obras fueron editadas en revistas de gran tirada, las denominadas
slick-paper magazines. Esto hizo que pudiera acceder a público no especializado
que extendió su obra y que le hizo recibir reconocimiento fuera del género.
Según él mismo, no entendía nada de ciencia y sus relatos eran básicamente
fantasía sin atisbos del desarrollo de cualquier postulado científico. Bradbury
supo hacer ciencia ficción sin ciencia –con mucha ficción, eso sí-, lo que en
algunos ambientes académicos viene a ser identificado últimamente como literatura
prospectiva. Es esa manera de imaginar diferente, pero con todos los tics de la
auténtica ciencia ficción, la que le abrió la puerta de un público más extenso.
Aunque no crean que se convirtió en referente de masas y en un superventas, en
realidad sólo fue un poco más conocido en ambientes literarios y
universitarios, además de los círculos habituales. Prueben a preguntarle a
nuestra gente cercana si han oído hablar de Crónicas
Marcianas; seguro que les contestarán
que era el programa de Sardá –de la misma manera que Gran Hermano es un
programa que presenta la escatológica Milá-. Pocos conocerán que las Crónicas Marcianas es una de las joyas
de la literatura de ciencia ficcíón, y desgraciadamente tampoco muchos de los
aficionados actuales la habrán leído porque se
trata de una cosa antigua.
Las Crónicas
Marcianas es la obra cumbre de Bradbury. Pese a que se insiste mucho en
ello, incomprensiblemente por cierto, no se trata de una novela, sino de una
serie de relatos escritos en diferentes momentos y recopilados por el autor en
una antología que, eso sí, está localizada en el planeta Marte, y usa a éste
como escenario de continuidad.
Jorge Luis Borges decía el prólogo a la
edición de 1955 del libro:
«¿Qué
ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto al cerrar las páginas de su
libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me pueblen de terror
y de soledad? ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima?
Toda literatura (me atrevo a contestar) es simbólica; hay pocas diferencias
fundamentales y es indiferente que un escritor, para trasmitirlas, recurra a lo
fantástico o a lo real, a Macbeth o a Raskolnikov,
a la invasión de Bélgica en agosto de 1914 o a una invasión de Marte. ¿Qué
importa la novela, o la novelería de sciencie-ficcition? En este libro de
apariencia fantasmal, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su
tedio americano, su soledad, como las puso Sinclair Lewis en Main Street ».
Lo expresado por Borges refleja
perfectamente lo que el lector siente cuando lee este libro. Porque este libro
trata de sentimientos, de soledades, de la Humanidad en definitiva. No trata de
explicar teorías científicas, ni extrapolar inventos al futuro; se trata de
condensar lo que en el espíritu humano está siempre presente: los odios, los
rencores, la aventura, la imaginación, el amor o los sentimientos. Sin embargo, y pese a lo
que pueda parecer en un principio, es pura ciencia ficción porque estos
sentimientos, estas sensaciones, funcionan sólo porque se producen en un entorno extraño y ajeno al
normal.
El libro se puede dividir en tres partes fundamentales: Los exploradores
(el primer contacto con la civilización marciana), La conquista (la
adaptación al nuevo mundo) y La emancipación (la ruptura con la Tierra).
Bradbury sigue los esquemas de cualquier colonización centrándose en esos tres
grandes periodos.
Los relatos que componen el volumen son excepcionales en su mayoría,
pero personalmente guardo un imborrable recuerdo por La tercera expedición. Es pura ciencia ficción con un trasfondo
terrorífico que resulta inquietante. Borges dijo de ella
«Acaso La tercera
expedición es la historia más alarmante de este
volumen. Su horror (sospecho) es metafísico; la incertidumbre sobre la identidad
de los huéspedes del capitán John Black insinúa incómodamente que
tampoco sabemos quiénes somos ni cómo es, para Dios, nuestra
cara. Quiero asimismo destacar el episodio titulado El marciano,
que encierra una patética variación del mito de Proteo».
Si Crónicas es el mejor conjunto de relatos
sobre la colonización de Marte, la mejor novela
de Bradbury no es otra que Farenheit
451. Fue concebida en la biblioteca
de la universidad de UCLA cuando, con una máquina de escribir alquilada, dio
forma a la novela en apenas nueve días. Bradbury, un autodidacta sin formación
académica reglada, escribió acerca de la educación:
«Rodéense
de personas que los quieran, y si no los quieren, échenlos. No hay necesidad de
ir a la Universidad,
donde no se aprende a escribir. Vayan más bien a las bibliotecas».
Al margen de las
ideas extremadamente simplistas acerca de la educación, hay que reconocer que
en el campo literario, la autoformación del autor diio unos frutos
inmejorables.
Retomando la
novela, hay que decir que la base partía de unos cuentos ya escritos y algunos
publicados, como Usher II, incluido Crónicas Marcianas, o la
obra de teatro Columna de Fuego. Su
editor pidió una ampliación de Usher II
y ésta pasó de 25.000 palabras al doble cambiando el escenario de Marte a La
Tierra y todos los protagonistas, aunque la esencia es la misma.
La historia está protagonizada
por Guy Montag, un bombero tan especial que su tarea consiste en destruir toda
clase de libros que, en ese futuro distópico, están prohibidos y perseguidos.
Montag es eficaz en su trabajo, pero una serie de sucesos le harán dudar de su
misión y pasará de ser un eficiente empleado a un rebelde perseguido.
Está escrita en
1953 y refleja el idealismo que poseía el autor en aquella época, idealismo que
se fue atenuando y perdiendo con el paso de los años. Bradbury incide en dos
puntos básicos que desarrolla muy extensamente. De un lado tenemos el pesimismo
que supone la descripción de una sociedad masificada y sin alicientes. Una
sociedad lúdica en la que prima el
pensamiento único y dirigido por el
Estado. En un hipotético futuro, que parece que nos ha alcanzado, los medios de
comunicación, fundamentalmente la televisión, proporcionan programas dirigidos y digeridos para un público que se limita a mirar sin cuestionar o
pensar en lo que está viendo. ¿Por qué será que esta disposición social
recuerda tanto a la actual?
Es notable la
explicación del capitán Beatty, jefe de Montag, acerca de cómo se llegó a ese
estado de cosas: Se abreviaron los años
de estudio, se relajó la disciplina, se dejó de lado la historia, la filosofía
y el lenguaje... La vida es lo inmediato, sólo el trabajo importa. Divertirse,
sí, pero después del trabajo. ¿Por qué aprender algo salvo apretar botones,
insertar llaves, ajustar tornillos y tuercas?
Acerca de su novela
más famosa dijo Bradbury
«La
gente se equivocó. Yo no traté de prever, sino de prevenir el futuro. No quise
hablar de la censura sino de la educación que el mundo tanto necesita. Podemos
salvar a Estados Unidos, gracias a los niños, si les enseñamos a leer y a
escribir a partir de los 3, 4, 5 años para que lleguen a la escuela primaria
sabiendo leer. Después, es muy tarde. Cuando en realidad, ya desde muy pequeños, queremos leer las palabras de las historietas».
Sería imposible, por cuestiones de espacio,
reflejar aquí toda la obra de nuestro autor. Pero, además de las dos que ya he
descrito –que obviamente son imprescindibles- podemos reseñar algunas de las
que a mi juicio forman parte de la mejor producción de nuestro autor.
Su gran producción se centró en el relato
corto, por otra parte uno de los puntales de la ciencia ficción y de la
fantasía en general. Las recopilaciones, que pueden encontrarse traducidas en
nuestro país, son una buena manera de acceder a su inagotable e imaginativa
obra. De sus antologías podría recomendar sin dudarlo Las doradas manzanas del sol, El
Hombre ilustrado, Las maquinarias de
la alegría o El país de octubre.
En todas ellas encontrarán relatos que producen un agradable encuentro del
lector con la literatura, con la palabra, con la reflexión interior y con la
melodía de las frases.
En el primero de
las antologías se podría destacar el cuento que da título al volumen, Las doradas manzanas del sol, que es
tomado a su vez de la última estrofa de un poema de Yates titulado La canción de Aengus el errante. El otro
cuento es El sonido de un trueno que
comentaré un poco mas adelante, pues sirvió de origen para una película. En El Hombre Ilustrado, el cuento que da
título al volumen cuenta la historia de un hombre cuyos tatuajes son fiel
reflejo de historias que toman vida propia. Entre otros cuentos destacaría El Cohete, una emotiva reflexión sobre
el amor paterno-filial. De Las
maquinarias de la alegría uno de los cuentos, ¡Muchachos! ¡Cultiven Hongos Gigantes en el Sótano!, nos narra una historia de terror y ciencia
ficción que es desencadenada por un anuncio de trabajo. Ese anuncio, doy fe,
fue absolutamente real aunque su finalidad era simplemente una estafa, mas que
otra cosa. El que espera es un relato
de ciencia ficción que trascurre en Marte, planeta por le que Bradbury sentía
una particular fascinación. Podría haberse incorporado a sus Crónicas sin problemas. Por último El país de octubre es la antología que
contiene más cuentos de género fantástico, al margen de la ciencia ficción. En
estos relatos, Bradbury da rienda suelta
a su imaginación y nos cuenta, con su habitual prosa, historias con un
componente puramente onírico y fantástico.
Estos breves esbozos de la obra literaria de nuestro autor, pueden dar
una vaga idea de lo que supuso para la literatura fantástica. Pocos otros han
conseguido unir fantasía con prosa poética de manera tan eficiente. Bradbury
fue un maestro en la descripción de sentimientos. Sus obras llegan más al corazón
que al cerebro, si me permiten la cursilada.
Pero es cierto. Cunado nos acercamos a sus cuentos, sobre todo, sabemos que
vamos a encontrar un espacio para la reflexión, para las ideas, para la
humanidad. Porque él hablaba de los seres humanos, no de grandes naves,
batallas o mundos extraños. Esa era su excusa, su decorado, para reflejar lo
que significa ser una persona, lo que se siente y como se comporta en determinadas situaciones. El maestro del
sentimiento, que no sentimentalismo, nos legó una obra plena de recursos y de
belleza. Naturalmente no toda ella cumplió esos requisitos pues, como todo
escritor que se precie, muchas de sus historias no cumplieron los mínimos
requeridos. Sin embargo, animo al lector a que, si no lo conoce ya, se adentre
en su mundo a través de las recomendaciones anteriores. No se sentirán
defraudados.
BRADBURY EN EL CINE (Y LA TELEVISIÓN)
La televisión, esa bestia insidiosa, esa medusa
que convierte en piedra a millones de
personas todas las noches mirándola fijamente,
esa sirena que llama y canta, que promete
mucho y que en realidad da muy poco
Como podría ser
previsible, Ray Bradbury fue un autor al que su bien merecida fama le llevaron
a participar en proyectos para el cine y la televisión. Su paso por los medios
audiovisuales, si bien no resultó espectacular, si que dio algunas
colaboraciones de excepcional valía.
En 1953 se adapta
un cuento, perteneciente a Las doradas
manzanas del sol, titulado La sirena
de niebla. El cuento habla de la
sirena para niebla de un faro, que una vez al año atrae a una criatura
antediluviana. La película se titulo en España El monstruo de tiempos remotos (The beast of 20.000 fathoms); fue
dirigida por Eugène Lourié y protagonizada por Paul Hubschmid y Paula Raymond
entre otros actores. Fue un antecedente del Godzilla japonés, y, aunque no fue
el primero en usar a animales gigantes –King Kong es una ejemplo- sí lo fue en
presentar a estos como destructores de ciudades. Ray Harryhausen fue el
responsable de los efectos especiales, que usaron la animación mediante la
técnica del stop motion. Película predecible y que acusa un guión muy lineal y
sin ninguna particularidad narrativa.
Como guionista,
Bradbury firmó, junto a John Huston, el guión para la adaptación al cine de la
novela de Melville Moby Dick. La espectacular película contó con la dirección
del propio Huston y fue protagonizada por Gregory Peck, interpretando al
capitán Ahab.
Farenheit 451 se
estrena en 1966 y fue dirigida por el cineasta de la nouvelle vague François
Truffaut. Después de 4 años de arduo trabajo, de reescrituras de guión y de
imposiciones de la Universal –por ejemplo no quemar libros de autores vivos en
la época- logra estrena el film que recoge muy fielmente lo expresado por
Bradbury en su novela. Está protagonizada por Oskar Werner, Montag, y Julie
Christie que interpreta un doble papel de la esposa de Montag y de Clarisse, la
rebelde libroadicta que enamora al
bombero. La película fue la única que rodó el director en inglés y fue muy mal
recibida por la crítica. Pese a los años que han pasado y la antigüedad que se
vislumbra en su ambientación y en los escasísimos efectos especiales. Pese a
este envejecimiento, hay otras cualidades que la hacen muy atractiva para los
amantes del género. Ahí queda la actuación de Julie Christie, sobre todo en su
papel de la alienada esposa, la del jefe de policía, Cyril Cusack, o las escenas en
las que vemos a los hombres libros y lo que representan.
El hombre ilustrado tiene fecha
de 1969 y fue dirigida por el desconocido Jack Smight y contó con Claire Bloom, Don Dubbins, Jason Evers, Robert
Drivas y Rod Steiger interpretando al hombre ilustrado. Es una película que no
tuvo distribución en España y que, según la crítica, no augura nada bueno de su
visionado. Recojo aquí la opinión en la web Fotogramas.
«Adaptación
de una novela de Ray Bradbury cuyo visionado televisivo, según Leonard Maltin,
sólo puede soportarse gracias a las interrupciones publicitarias. De hecho, su
construcción alambicada y confusa mantiene cierta coherencia con los spots que
puedan intercalarse durante su emisión. Tiene un planteamiento excesivamente
pedante y unos resultados pobres».
Por último voy a recoger aquí una de las últimas adaptaciones al cine,
aunque parece ser que se planea el volver a realizar una versión de El Hombre Ilustrado, como es El sonido del trueno. Esta película de
viajes en el tiempo se basa en el relato homónimo incluido en la antología Las doradas manzanas del sol. Bradbury
describe con mucha maestría las consecuencias de un viaje en el tiempo al
pleistoceno. La menor alteración en el pasado provoca unas consecuencias
terribles en el futuro, el presente de los viajeros. La película de Peter Hymes
-2005- trata el viaje en el tiempo como una aventura caótica. En realidad es la
esencia que escribió nuestro escritor, pero el giro que se produce en ella, se
traslada al presente en una aventura de acción que no encontramos en el
original. Las consecuencias del desastre ocurrido en el pasado se van
magnificando a medida que pasa el tiempo, e incomprensiblemente el pasado se
apodera del futuro como si la evolución divergente, base del cuento, no
existiera. Como aventura funciona, sus efectos especiales y la acción están
bien conseguidas, pero como adaptación es muy limitada.
La televisión también aprovechó también el potencial de los relatos del
autor. Como ya he dicho anteriormente, sus relatos cortos son muy adaptables
sobre todo en forma de capítulos de series. Empezaremos por las adaptaciones
que un mago del terror tuvo la osadía, y el buen ojo, de efectuar en los años
60 y en Televisión Española. El director no es otro que Narciso Ibáñez Serrador
y la serie la famosa Historias para no
dormir. Siendo una serie episódica, Ibáñez adaptó muchos relatos de
escritores conocidos, amén de los suyos propios. Entre ellos Ray Bradbury fue
uno de sus preferidos. El doble fue
uno de los primeros cuentos adaptados, en el que ya se mencionaba el tema del
robot que adoptaba la personalidad de otro. Fue protagonizado por Jesús Aristu, Nuria Carresi y Pilar Laguna. El cohete, con la infalible presencia de
Narciso Ibáñez Menta, presento la historia de ese chatarrero tan amante de sus
hijos que es capaz de gastarse todo su patrimonio en diseñar un cohete para
llevarlos a Marte. Pero también en la radio, Ibáñez Serrador, adaptó al autor
norteamericano en una radionovela, a finales de los 60, que se tituló
genéricamente Historias para imaginar.
En este medio se adaptó al formato radiofónico cuentos tan interesantes como La tercera expedición o ¡Muchachos,
cultiven hongos en el sótano!
La televisión norteamericana tuvo la osadía de adaptar Crónicas
Marcianas en forma de miniserie de
tres episodios en 1980. Fue dirigida por Michael Anderson y contó con los guiones
del propio Bradbury y de Richard Matheson. La serie adopta algunos de los
relatos que mejor podían funcionar en televisión. Así se reflejaron las
historias Ylla, La tercera expedición,
Aunque siga brillando la luna, Los
colonos, Encuentro nocturno, El marciano o El picnic de un millón de años.
Una de las
características que diferencian a la serie es que, en aras de la continuidad,
mantiene a muchos protagonistas en todos los episodios. Rock Hudson, el general
Wilder, es el personaje que da continuidad a todos los capítulos, pero también
serán recurrentes los personajes de Sam Parkhill (Darren McGavin) y Ben
Driscoll (Christopher Connelly). Pese a sus carencias, creo que es imposible
reflejar toda la poesía y sentimientos del original, la serie muestra algunos
reflejos de su procedencia. No fue una serie al uso, su escasez presupuestaria
es notable, pues se trata de algo mucho más intimista y comedida. Pese a todo,
en ella están presentes algunas de las buenas historias de Bradbury.
Entre 1985 y 1992 se
produjo una serie titulada The Ray Bradbury Theater. Fueron 58 episodios de
esta producción canadiense, que aprovechaba el nombre del escritor y algunos de
sus cuentos en las adaptaciones. En la primera temporada, el autor, a modo y
manera de Hitchcock, presentaba los episodios, dando unas brevess claves sobre
el mismo. En las segunda y tercera temporadas la aparición de Bradbury se ceñía
a comentar algunas cuestiones al margen del episodio en cuestión. En las demás
se obviaron estas presentaciones.
Hubo más
adaptaciones de sus obras al cine y a la televisión, pero no tuvieron ningún
tipo de relevancia.
CONCLUSIONES
«Me he pasado los últimos setenta años
de mi vida jugando
porque para mí la
literatura no es
un trabajo. Si leo ciencia ficción
cometería incesto.
Quien se dedica a leer en
el campo en el que
escribe o trabaja es un
mal escritor. Raymond Chandler, maestro
de la novela negra, bebió en las fuentes
de William
Shakespeare, Pirandello, Lorca».
Ray Bradbury. Entrevista en ABC
Es curioso que un
autor que se dedicó prácticamente en toda su obra a escribir relatos de género
fantástico, mantuviera estas posiciones acerca del género. Pero no es cuestión
aquí de criticar sus posiciones literarias o políticas. Sólo he pretendido
rendir un homenaje al escritor que tantos ratos de buena lectura me han
proporcionado. Un homenaje que ha pasado por recrear lo que a mi juicio ha sido
lo mejor de su producción, o al menos la que me ha producido más impacto como lector, y en
ocasiones como espectador.
El maestro escribió
lo que quiso. Tuvo que enmarcar sus relatos en los mundos de ficción porque, se
me hace evidente, es en éste donde se pueden desarrollar temas que son
imposibles en el mundo de la narrativa realista contemporánea.
Para terminar, les
dejo con una frase extraída de una de sus últimas entrevistas en ABC. Sirva
como homenaje póstumo al señor de Marte esta reflexión tan lúcida. Sus palabras
reflejan muy bien lo que muchos pensamos y decimos:
«[…] si
no tienes libros no puedes ser parte de una civilización ni de una democracia».
© Alfonso Merelo
2012-2013
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