martes, julio 02, 2013

La ciudad enmascarada




La ciudad enmascarada
Rafael Marín   


Cádiz es una de las ciudades más antigua de España. Probablemente la mas antigua que se mantiene continuadamente en la misma ubicación. Son tres mil años de historia y es en esta ciudad donde Rafael Marín ha situado la acción de su última novela publicada. Cádiz es la ciudad natal de Marín y en ella ha ubicado algunas de sus novelas y relatos anteriores; Detective sin licencia, Una canica en la palmera, Son de piedra  o La piel que te hice en el aire son algunos de los relatos que trascurren en la Tacita de Plata, y es que, como el autor dice: Cádiz es tan antigua que por fuerza ha de tener una historia “fantástica” en sus entrañas. Y es en esta ciudad enmascarada, oculta, donde se va a desarrollar fundamentalmente la historia que nos ocupa.

La novela parte de una idea antigua de Marín. Hace ya décadas que se esbozó un primer borrador de la misma y en 2007, cuando tuve el privilegio de leerla por primera vez, llegó a plasmarse y ahora se edita finalmente en la editorial AJEC. En esta idea es la ciudad la protagonista. Es la que narra la historia a través de sus personajes. Es la ciudad la que siente, la que vibra en sus calles y la que siente la llegada del horror primigenio que ya describía un señor de Providence al que tuvimos de invitado en el último número. Providence tiene 300 años y Cádiz 3000 ¿quién lleva por tanto las de ganar en cuestión de historia? Evidentemente no hay color y Marín, que lo sospechaba y ahora lo sabe, se recrea en la ciudad contando sus muchas y diferentes lecturas. Es un amor a Cádiz no exento de crítica a sus gentes y a sus actitudes. Según él mismo afirmó fue la ciudad, los paseos por el Campo del Sur, las calles del casco antiguo, las torres de vigilancia – tan importantes en el siglo XVIII y XIX-, la que le fue dando las pautas para escribir esta historia que tiene mucho mas de fantástica que de terrorífica, aunque de todo ello hay.

Otro de los puntales de la narración son los carnavales. Cádiz es famosa por unos carnavales diferentes a los del resto del mundo. Esos rasgos diferenciadores, las agrupaciones de carnaval, son los que hacen una fiesta diferente en la que la calle, de nuevo la ciudad, es la protagonista. Es en ella donde se viven los carnavales, es en ella donde trascurren las pequeñas historias de sus habitantes y visitantes, y es en ella donde Marín se muestra mas cómodo en su texto. Pero si la calle es protagonista, y un suceso como el que se narra en el final podría resultar muy peligroso de producirse realmente, no lo son menos protagonistas de esta historia las torres vigías de la ciudad. En concreto una de ellas, aunque no se nombra directamente, como es La Bella Escondida. Esta es una torre que no puede verse desde ningún punto de la calle. Sólo puede observarse cuando se sube a una de las múltiples azoteas de la ciudad, donde se puede apreciar el por qué de su nombre: su estilo arquitectónico difiere de las demás, siendo barroca y de planta octogonal, algo que no se da en ninguna de las otras 120 torres gaditanas.     

En ese contexto de la locura carnavalesca de febrero, surge una historia, mera excusa para mostrar lo fundamental que no es otra cosa que Cádiz, que se adentra en las más profundas creencias arquetípicas sobre el mal. Ese mal originario y primigenio que ha estado presente siempre, desde los fenicios hasta ahora, en el inconsciente colectivo de la humanidad y que se magnifica en una ciudad que ha visto de todo. Mientras tanto, su protagonista Gabriel, un profesor de instituto jubilado por enfermedad – trasunto del propio autor-, se verá envuelto en una vorágine que le sobrepasará pero que al final contendrá una salida a su situación inestable emocional y físicamente. Su decisión final será fundamental para el devenir posterior de la ciudad, y del mundo.

Marín termina su historia en un desenlace agridulce para el protagonista. Aunque sospecho que el verdadero final es su profunda pena por lo que pudo ser y no es y, lo que parece irremediable nunca será, Cádiz. Y todo ello partiendo sencillamente de un ojo de nácar de una muñeca antigua. Fascinante.
Publicado originalmente en la revista ScifiWorld  
© Alfonso Merelo 2011-2013







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