domingo, agosto 07, 2016

CUADERNOS DE CIENCIA FICCIÓN. LA MECANOPOLIS DE MIGUEL DE UNAMUNO.






Uno de los más conocidos filósofos y escritores españoles del siglo XIX y XX es Miguel de Unamuno. Su obra es vasta y extensa, tocando casi todos los palos de la literatura: desde el ensayo filosófico al teatro, pasando por la novela, la poesía y los artículos periodísticos. Pero pocos conocen que escribió un par de relatos que entran de lleno en la ciencia ficción, aunque no fueron escritos pensando en tal etiqueta, entre otras cosas porque aún no existían. De esta vertiente hablaremos en el siguiente estudio.

MIGUEL DE UNAMUNO
La figura de Miguel de Unamuno reviste un carácter de universalidad para las letras españolas. El autor es uno de los que formaron la denominada Generación del 98, junto con autores como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Blasco Ibáñez, Valle Inclán, Baroja o Azorín. No es este el lugar más indicado para exponer lo que supuso esa generación para las letras españolas. Únicamente comentaré que una de las fundamentales características de esta generación es el pesimismo y la hipercrítica hacia un régimen político que lo había perdido todo tanto en el plano físico como en el moral.
Unamuno nace en Bilbao en 1864 y muere en Salamanca en diciembre de 1936. Su formación es de corte humanista, estudiando en Madrid la carrera de Filosofía y Letras y obteniendo el doctorado con su tesis titulada Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasco. Accedió a la cátedra de lengua y literatura griega en la universidad de Salamanca en 1891 y a partir de 1901 fue rector y catedrático de historia de la lengua castellana.
En su vida literaria está considerado como uno de los mejores, tal vez el mejor, poeta lírico españoles de su época. Algunas de sus obras principales, tanto en ensayo como en prosa narrativa, fueron: Paz en la guerra, Vida de Don Quijote y Sancho, Del Sentimiento Trágico de la Vida, Niebla, Abel Sánchez, La Agonía del Cristianismo, La tía Tula, San Manuel Bueno, Mártir.
En cuestiones políticas osciló desde su militancia juvenil en el PSOE hasta llegar el levantamiento armado del general Franco contra la República. No obstante sus ideas progresistas en cierto modo le hicieron renegar del alzamiento militar. Fruto de este malestar contra la rebelión fue su famoso discurso en la inauguración del curso académico 1937-37 en la universidad de Salamanca de la que era Rector:
«¡Este es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho».
Toda una declaración de intenciones que casi le cuesta la vida a manos de los acólitos del general Millán Astray que se encontraba presente y con el que tuvo un intercambio de palabras.
MECANÓPOLIS.
En el suplemento literario Los Lunes, del periódico madrileño el Imparcial del 11 de agosto de 1913, se publica el relato que nos ocupa. Mecanópolis, formalmente es un relato que podría entrar en el canon de la ciencia ficción de comienzos del siglo XX. Se trata de un relato corto, con una idea básica predominante y que se desarrolla en un entorno científico-técnico.
El relato es narrado en primera persona por un viajero que queda perdido en un desierto sin nombre. Después de sufrir múltiples penalidades, consigue llegar a un oasis donde restaura sus fuerzas. Allí encuentra una estación de tren y sube a uno de los vagones del tren que se encuentra allí en aparente abandono. Éste se pone en marcha sin que nadie lo tripule y lo traslada a una velocidad increíble a una ciudad. Una ciudad que está vacía de cualquier habitante humano, pero que tiene tráfico y servicios funcionales. De hecho, el viajero sin nombre acude a un hotel donde todo parece estar automatizado. El comedor del hotel es descrito de la siguiente manera:
«Una lista sobre la mesa, y cada manjar que en ella figuraba con su número, y luego un vasto tablero con botones numerados. No había sino tocar un botón y surgía del fondo de la mesa el plato que se deseara. »
Otras maravillas de la ciudad asombran al viajero. Existen automóviles y tranvías automáticos a los basta con hacer una señal para abordarlos. Museos increíbles en los que las explicaciones son certezas nunca vistas, y que estudian a los seres humanos que habitaron aquellas tierras. El Gran Teatro es un cine sincronizado con fonógrafo –esto es mucho antes del cine sonoro-, pero el viajero es el único espectador. ¿Dónde están sus habitantes, quienes crearon la ciudad y por qué?
En su hotel encuentra el periódico del día en el que se habla de su llegada a la ciudad, tildándolo de pobre hombre y augurando malos días para él. El viajero está inquieto, máxime cuando la ciudad parece rechazarle y refleja en el periódico del día lo siguiente:
«Como preveíamos, el pobre hombre que vino a dar, no sabemos cómo, a esta incomparable ciudad de Mecanópolis, se está volviendo loco. Su espíritu, lleno de preocupaciones ancestrales y de supersticiones respecto al mundo invisible, no puede hacerse al espectáculo del progreso. Le compadecemos.»
En su locura de soledad llega a averiguar que las máquinas son «la raza que ha de dominar la Tierra deshumanizada». Por fin consigue salir de allí y poder narrar sus historia.

Esa es la historia de la ciudad vacía de Mecanópolis: una pesadilla tecnológica que ha tenido mucho que decir en la ciencia ficción posterior (sólo dos ejemplos cinematográficos muy conocidos para ilustrar esto son Matrix o la saga Terminator). Unamuno recurrió a la temática de las ciudades vacías en tres ocasiones: Mecanópolis, La revolución de la biblioteca de Ciudámuerta y Las peregrinaciones de Tusrimundo (La ciudad de Espeja).
¿Es Mecanópolis un trasunto de la industrial Bilbao? El escritor obtiene de su ciudad natal, fuertemente industrializada a finales del siglo XIX y principios del XX, la inspiración para crear su ciudad de máquinas. La intelectualidad de la generación del 98 rechaza de plano la ciudad, o mejor dicho, rechazan las trasformaciones radicales de la ciudad capitalista convertida en capitales industriales con paisajes sucios y desagradables. Por otra parte el obrero se convierte en una pieza más de la maquinaria, indistinguible de ésta, y por tanto condenado a la sustitución sin ningún tipo de escrúpulo. La pieza se cambia y otra ocupa su lugar sin que haya el menor atisbo de empatía social por parte de los amos de la máquina. Todo ello está reflejado en el cuento Mecanópolis.
Como dice el profesor García-Guerrero:
«Unamuno difiere del modelo decimonónico de la ciencia ficción utópica al tomar partido por una tercera vía en la que se ensalza al ser humano en un espacio natural carente de máquinas. Considero, por tanto, que resulta de gran utilidad analizar los motivos que se encuentran detrás de los miedos presentados por el autor ante la inminente amenaza de la mecanización en el proceso de modernización española. De igual forma, este análisis de la postura de Unamuno ante la modernización nos servirá para poder entender con mayor profundidad la apuesta por el humanismo que hace el autor»
Es evidente que Unamuno abomina del maquinismo. En esencia confía más en el ser humano que en la tecnificación de la sociedad. Sus creencias religiosas y su profunda creencia en la humanidad y en la posible bondad del género humano son utilizados en el cuento por medio de la metáfora. La deshumanización de la ciudad no le gusta. Esa sociedad fría y perfecta de máquinas se aleja de lo que es el ideal del espíritu humano y por tanto alecciona al lector de su inviabilidad y de su profunda abominación. Pese a que el viajero averiguado que las máquinas han heredado la Tierra y por ende las características del alma humano, eso supone una aberración pues, según el autor, sólo el ser humano puede ser depositario de esas cualidades.